Conmovedora, original y llena de diálogos honestos y calculados, que invitan a una reflexión profunda tanto de lo que se dice como de lo que se deja por decir, la película de Dan Gilroy “Roman J. Israel, Esq.” es una fábula moderna sobre la responsabilidad moral de cada individuo como mejor y última fuente de juicio que tenemos las personas, y sobre lo fácil que puede llegar a ser corromperse dentro del sistema capitalista si, dadas las condiciones adversas pero propicias, uno mismo se ve inmerso en una vorágine de catastróficas desdichas del cual todo organismo, tanto público como privado, es incapaz de procurar asistencia.

"Un acto no hará a una persona culpable a menos que en su mente también lo sea"

Gilroy, quien ya fascinó a la crítica de forma unánime en 2014 por su no menos apabullante y desalentadora “Nightcrawler”, vuelve a escribir y dirigir un retrato de un personaje singular y complejo (el cual podría incluso pertenecer al mismo universo que el Louis Bloom de la anteriormente mencionada cinta, aunque justo al otro lado del espectro lumínico), lleno de matices y debates internos que forzarán al protagonista a dar lo mejor de sí, a equivocarse, y darse cuenta de los errores cometidos para así, en última instancia, poder rectificar su conducta.

Letrado de profesión, Roman J. Israel es un abogado idealista, gran defensor e impulsor de los movimientos sociales de los años 60 en Estados Unidos que, por una tragedia imprevista, se verá forzado, de la noche a la mañana, a cambiar todos sus hábitos de vida y batallar en un mundo, hasta ahora desconocido para él, el cual en la mayoría de las ocasiones le dará la espalda o intentará menospreciar su objetivo más noble: la lucha por la reforma del sistema judicial y su renovación.

"La constitución nos garantiza el derecho a un juicio justo, pero no de justicia si el 95% de los casos nunca llegan a juicio"

Denzel Washington, a quien ya vimos pelear en juicio por los derechos del colectivo gay en “Philadelphia” (1993), nos regala uno de sus mejores papeles hasta la fecha, lleno de manierismos y ademanes coloridos que, junto a las profundas e incuestionables verdades del discurso de Israel, redondean la interpretación y consiguen dotar al personaje de una honradez, nobleza y humanidad inigualables.

Igual de notables son las actuaciones de Carmen Ejogo, la cual encarna a Maya Alston, voluntaria en una red activista local y Collin Farrell como George Pierce, abogado defensor, dueño de uno de los bufetes más importantes de Los Ángeles.

Finalmente, es preciso alabar tanto la dirección en fotografía de Robert Elswit, de cuyos trabajos sobresalen títulos como “Boogie Nights”, “There Will Be Blood”, “Good Night and Good Luck”, “Maichel Clayton” o la propia “Nightcrawler”; y la banda sonora compuesta por James Newton Howard, de quien recordaremos otras composiciones en películas como “Glengarry Glen Ross”, “The Devil’s Advocate”, “The Sith Sense” o la trilogía del Caballero Oscuro, junto con Hans Zimmer.

Eslwit nos regala planos fijos llenos de colores vivos que quedarán grabados en la retina del espectador, además de acompañar al hilo narrativo de forma maravillosa, hablando por Roman en sus momentos de introspección. La banda sonora de Newton Howard, llena de melodías jazzísticas y de coros solemnes, es el otro gran compañero de vieja de Israel, tanto en los momentos distendidos como en los más dramáticos. Cierran, de forma impecable, temas conocidos del blues, el funk y el soul como “Cosmic Slop” de Funkadelic, “Trouble Man” de Marvin Gaye, “Time Has Come Today” de The Chambers Brothers o “Keep on Truckin’” de Eddie Kendricks, escondido como el tono de móvil de Roman, entro otros.