"¡Eres un ladrón! ¡Eres un mentiroso!", estas son las palabras de Serena Williams dirigidas al juez de silla durante la final del US Open. Hasta aquí todo parece indicar que la tenista en un momento de tensión se desfogó contra el árbitro de una manera lamentable y que acarrearía una justa sanción para ella.
Serena no hizo honor a su estatus
La tenista norteamericana protagonizó uno de los más espectáculos más lamentables que se recuerdan en la historia del tenis y uno de los más dantescos de los últimos años en una final de Grand Slam.
Frente a ella se encontraba la tenista japonesa Naomi Osaka, una de las mayores promesas del tenis femenino a muy corto plazo. El partido terminó decantandose del lado de la nipona por 2-6 y 4-6, una auténtica paliza que acusó la norteamericana durante todo el partido.
Serena Williams quiso tener la picardía de saltarse varias veces el reglamento interno del torneo siendo sancionada por ello. A partir de este instante, al ser "pillada con las manos en la masa", la tenista organizó en torno a ella toda una conspiración judeo-masónica con tintes de iluminatis para convertir sus propios errores en una persecución contra su género.
Actuaba como si cada punto restado por su comportamiento fuera un agravio contra todas las mujeres del planeta.
La educación feminista que quiere dar a su hija
Resulta muy irrisorio el ver como Williams no hacia otra más que decir que ella no era una "tramposa", que tiene una hija y que quiere enseñarle buenos valores. En sí esta idea es correcta, todos queremos enseñar valores morales a nuestros hijos, pero otra cosa es lo que hizo esta Mujer.
Simplemente cometió errores de bulto y no supo asimilarlo. La tenista estadounidense no recibió los convenientes castigos a la primera insurrección sino que fue advertida en un primer momento por recibir indicaciones de su técnico desde el banquillo. La norma lo deja muy claro: "Cualquier señal, visual o auditiva, que procede del box es susceptible de recibir una sanción".
Por ello, el juez de silla advirtió a Serena de este hecho.
Ante tal situación la número uno del mundo entró en cólera y no supo mantener la compostura. Acudió a la red para recriminarle al árbitro que ella no era una tramposa y que no trataba de hacer ningún tipo de trampa para ganar. El juez solo la amonestó, nada más.
Cuando Naomi Osaka se dedicaba a destrozar con un gran tenis a su oponente, Williams decidió pagar sus frustraciones destrozando su raqueta contra el suelo. Esto es otro comportamiento sancionado en el reglamento y teniendo en cuenta que ya tuvo advertencias previas, la sanción era la pérdida de un punto. El juez de silla era Carlos Ramos e hizo cumplir la ley dentro de la pista, le guste o no a la gente.
Cuando comenzó el siguiente juego Serena terminó de perder los papeles y la poca dignidad que le quedaba y le dijo al árbitro: "¡Eres un mentiroso!". "¡Me debes una disculpa!", dijo la tenista mientras señalaba a Ramos.
"Tengo una hija y defiendo lo que creo justo", añadió Williams. Una actitud errónea y de claros tintes feministas es lo que prosiguió a todo esto cuando Serena Williams se quedó a gusto al insinuar que las advertencias y la pérdida del punto se aplicaron por que era mujer. Llamar "ladrón" y "mentiroso" a un juez de silla no es algo que merezca ser castigado, es todo porque es mujer... Me imagino a la tenista en su casa junto a su hija dándole lecciones de moralidad: "Hija, cuando las cosas no salgan como quieres debes de quejarte, berrear como una niña chica hasta que consigas lo que quieres. Sino lo logras entonces echa la culpa al machismo y a los hombres, debes de ser la víctima y mostrarte tal cual".
Esto es un enorme paso atrás.