Tras casi un mes del inicio de las protestas por la reforma del seguro social en Nicaragua, ya se han contabilizado más de 60 muertos y alrededor de 200 heridos.
Luego de que el presidente de la República, Daniel Ortega, cediese en anular la reforma al seguro y prometiera sentarse con los diferentes sectores de la sociedad a dialogar; la paz y la tranquilidad en Nicaragua se volvió a respirar durante unos días. (Aunque he de aclarar que esta sensación, en el fondo, era extremadamente sombría). De cierta manera se comenzó a sentir por parte del gobierno y de las demás autoridades, un nivel aceptable de respeto hacia las personas que marchaban en pro de la paz y democratización de la nación...al menos hasta esta noche.
Alrededor de las 7:30 pm, mientras una caravana de manifestantes autoconvocados provenientes de Catarina que se dirigía a Niquinohomo (Ambos municipios del departamento de Masaya), un grupo de antimotines agredió con gas lacrimógeno y armas de fuego a las personas presentes en dicha protesta. Los enfrentamientos duraron hasta casi la medianoche, dejando una docena de heridos y se alega que una persona fallecida. Esto mismo ocasionó que los diversos sectores sociales y organizaciones se pronunciaran al respecto y que incluso el movimiento estudiantil 19 de abril (representantes de los universitarios y con un enorme peso a nivel nacional) decidiera retirarse del diálogo.
El diálogo, una pantalla de humo más
Muchos son los nicaragüenses que opinan y ponen de manifiesto que el diálogo que ha aceptado Daniel Ortega es simplemente una manera de replegarse, recuperar fuerzas y atacar de una manera más eficiente los diferentes sectores de la sociedad que se le han revelado a su régimen dictatorial.
Estas ansias por recuperar fuerzas y dividir al pueblo de Nicaragua, lo podemos presenciar en las marchas que en los últimos días ha convocado el gobierno, en donde los trabajadores del estado se ven obligados a asistir y mostrar su aprobación. De igual manera, la angustia del régimen se puede observar en cada sanción impuesta a los policías que se han negado a reprimir al pueblo, a los estudiantes de medicina que se les niega la entrada a los hospitales en donde realizan prácticas y a cada trabajador que es despedido por negarse a ser parte de la ideología orteguista.
Además, este dichoso diálogo, a pesar de haber sido aceptado alrededor de una semana y media, aún se encuentra carente de fecha y de lugar de realización, así como de la lista completa de los representantes oficiales que asistirían. Poco se sabe y se especula mucho, mientras la guardia y turbas orteguistas continúan reprimiendo.
A nivel personal, considero que el diálogo es algo crucial para lograr la paz y la armonía en un pueblo que ya ha sufrido demasiado. Por lo tanto, apoyo un diálogo que realmente sea democrático y ayude a estabilizar al país que ya comienza a tener afectaciones socioeconómicas y a reconstruir la imagen que comienza a deteriorarse. El problema radica en que el diálogo en estos momentos no puede darse.
Mientras el gobierno de Daniel ortega no Cese la represión, no exista justicia por los 63 fallecidos, los más de 200 heridos y las 15 personas que aún continúan desaparecidas, así como los abusos injustificados de las personas encarceladas ilegítimamente, el diálogo no podrá darse.
¿Qué necesita entonces el pueblo de Nicaragua?
Definitivamente se necesita que Nicaragua vuelva a ser república. Este es el primer paso para que la imagen manchada de sangre de la patria comience a limpiarse, para que las heridas de cada persona que ha perdido un familiar comiencen a cicatrizar y para que una paz y tranquilidad verdadera se pueda volver a respirar en las calles nocturnas de cada ciudad, pueblo y comunidad.
He de esperar que las marchas de los próximos días sean respetadas por las autoridades y que el grito “patria libre o morir” que se pronuncia en las manifestaciones, cambie por lágrimas de alegría y gritos de emoción al saber que la sed de justicia ha sido saciada.