Parece surrealista el hecho de que en pleno siglo XXI y con el mayor número de estudiantes tratando de obtener una cantidad casi ilusoria de títulos nos encontremos la salida laboral de la que nos llevan hablando desde el colegio cada vez más pequeña. Años de esfuerzo y dedicación para una preparación que parece quedarse vacía una vez llega el momento de ponerse a trabajar.

Experiencia: eso es lo que se busca ahora, en esta nueva era. Pero al mismo tiempo, el acceso a ésta se cierra si no cuentas con unos estudios mínimos que, siendo objetivos, pocas veces se encuentran únicamente en ese rango.

Ilusión frustrada

Es irónico cómo la propia sociedad te incita a crecer en el ámbito estudiantil y a formarte para adquirir una habilidad académica que, una vez llegado el momento, se niegan a valorar. Cientos de personas (siendo positivos) con un potencial más que suficiente y años a sus espaldas de conocimientos teóricos que no tienen cabida en esa salida por el mero hecho de carecer de una experiencia que nadie les brinda. Tenemos que enfrentarnos a una situación en la que dedicamos nuestros años de estudios a prepararnos con la finalidad de poder demostrar y reflejar nuestra dedicación a un futuro que en principio nos ilusiona.

Sin embargo, lo más probable es que terminemos encontrándonos con puertas cerradas y la sensación de frustración, que aparece ya a lo largo de nuestra formación.

Una circunstancia que incluso en las propias universidades se vende como algo normal, como el presente que se vive a día de hoy en el mundo del trabajo. Tienes que levantarte todas las mañanas y observar cómo el tiempo pasa y a pesar de que aumenten tus capacidades y tus títulos, no lo hagan con ello tus oportunidades.

Un futuro casi predecible

Cada día son más las noticias que hablan de los jóvenes y su inmersión progresiva al mundo laboral dedicándose a trabajos precarios. De este modo, encontramos también el crecimiento de un abandono escolar que parece irrefrenable mientras aquellos que tienen en su mano el poder de cambiarlo se dedican a ponerlo más difícil.

La sociedad finge sorpresa ante el resultado de unas medidas que sólo pueden conducir a este panorama.

El futuro deja de tener algún misterio cuando todos los esfuerzos parecen quedarse en nada y ni siquiera reside en uno mismo la posibilidad de mejora. Resulta más que evidente la necesidad de un cambio en el sistema de trabajo para que, una vez llegado el momento, no resulte tan descorazonador intentar vivir de algo a lo que le has dedicado años de esfuerzo y dedicación.