No creo que sea casualidad que el año pasado nos llegaran dos películas tan diametralmente diferentes en su concepción y a la vez tan similares en su temática. Estoy hablando por un lado de A Ghost Story, de David Lowery y por otro de la película que nos ocupa, la última maravilla animada de pixar, Coco. Sólo hace falta echar un vistazo a alguno de los avances que se publicaron sobre ambas para darnos cuenta de que a priori son películas que no tienen nada en común, sin embargo una vez vistas ambas, no podríamos estar más equivocados.
Las dos tienen historias muy diferentes, y sobre todo desarrolladas de maneras muy distintas, pero el nexo en común de ambas es su punto de partida y el tema que pretenden desarrollar: la muerte, el olvido y el legado que puede dejar una persona a los que le rodeaban en vida.
Mientras que Lowery se centra en las partes más oscuras y viscerales de esta situación, en Coco todo es mucho más visual, más impactante, y eso sirve como ariete para atraernos y hacernos partícipes de toda una montaña rusa de emociones que viven los personajes.
El Día de los Muertos
Pixar usa la festividad mexicana, y todo el folclore que le rodea, como una ambientación perfecta para desarrollar la historia. En ella se conmemora y se recuerda a los difuntos de cada familia, y no es un momento de tristeza sino de alegría al volver a estar con los seres queridos que desaparecieron hace tiempo. Es una manera de revivir sentimientos y memorias gracias a una festividad donde la muerte no se ve como algo triste y definitivo, sino como otra etapa más.
En la película se encargan de recalcar mucho esta idea, de no hablar de la muerte como algo pesimista y sin retorno, sino un estado diferente donde los seres queridos todavía mantienen sus sentimientos intactos y donde pueden volver a compartir momentos con su familia. A raíz de esto nos encontramos con una gran trabajo de personajes, de numerosas subtramas y emociones que inevitablemente se contagian en el espectador, como suele ser habitual en las películas de Pixar.
Un guión que entra por los ojos
Actualmente la animación por ordenador a alcanzado una cotas inimaginables de calidad gráfica. En esta ocasión, la utilización de esta festividad, con su característico colorido y diseños, supone una ocasión perfecta para desplegar todo este impacto visual que no sólo sirve para abrumarnos en algunas ocasiones, especialmente cuando se nos muestra el mundo de los muertos, sino para absorbernos y hacernos partícipes de la historia.
Esto es muy común en las películas de Pixar: trabajar mucho el aspecto visual, y a partir de él conseguir que el espectador empatice con unos personajes realistas y guiados por unos sentimientos esenciales como el amor, la amistad o el recuerdo. En esta ocasión de nuevo vuelven a conseguirlo, y por enésima vez nos vuelve a emocionar con una película que demuestra un mimo y una gran pasión de los animadores por su trabajo.