El miedo es uno de los sentimientos que evitamos tener en nuestro día a día, aparece sin avisar y que, de alguna manera, forma una gran capa que llega a impedir la toma de decisiones en oportunidades, y lo saben, tanto tú como él, que no se repetirán. Es por ello que debemos observarlo desde una perspectiva distinta a la que todos lo ven. ¿El motivo? Es una de las palabras constantes en el día a día.
Sentimiento con el cual debemos aprender a compartir y a equilibrar todo.
El miedo se hace escuchar como una voz dentro de cada uno de nosotros que alerta el peligro, hace énfasis en no hacer nada ni intentarlo. Para todo tiene un por qué negativo, se niega a aceptar los cambios y que todo puede tener una alternativa mejor. Le aterra la decisión de cambiar lo que hace, salir de la monotonía o romper el paradigma. Siente miedo hasta de sí mismo, hasta de la dupla que los conecta a ambos. Hasta tal punto de temer respirar, actuar, sentir,...
Es momento de confesarle que abunda más en nosotros que cualquier otro sentimiento, con la única diferencia que aprendimos a vivir con él.
Así como él aprende de nosotros, que el optimismo y las ganas de ser grande pueden ser el colchón perfecto para la caída que siempre esperará, aunque hayan pocas probabilidades de que sucedan.
Debemos trabajar en equipo junto a él. De parte y parte empezar a avanzar, descubriendo cosas nuevas en ambos. Entendiendo el por qué de todo a pesar de que estemos alertas siempre.
Aprendamos juntos a controlar el terror a dar el primer paso a una meta. Nos hemos lanzado tantas veces al agua que, aunque el miedo sabe por dentro que podemos lograrlo, prepara los flotadores y la toalla para estar ahí en caso de que no podamos más. Pero sabe que no abandonaremos el océano de los sueños.
El miedo siempre se encuentra en la oscuridad, con angustia y acorralado.
Luchando consigo mismo por salir y comenzar a llenar el vacío que lleva dentro, pese a que también tenga miedo de hacerlo.
Y, aunque sea así, nos espera siempre con una sonrisa nerviosa porque sabe que la confianza que, tan solo pocos solemos darle, es completa y que mientras la mayoría quieran escapar de él y lo enfrentan con un escudo, nosotros solemos acercarnos y darle la mano.
Al miedo no debemos temerle. Debemos aprender a vivir con él, entenderlo y comprenderlo de algún modo. Saber por qué se altera y se enoja con nosotros cuando lo desafiamos, porque sencillamente quiere que una parte de nosotros crezcamos, sea a pasitos de hormiga. Sin embargo, también sabemos que en el fondo se va encogiendo, aunque sea imposible que desaparezca del todo, cada vez que logramos una meta.
Aunque nos sonría de una forma tímida, siempre hay que agradecerlo. Por estar, por hacernos crecer... a ti miedo, gracias.