En 1689 nacía en Gran Bretaña Lady Mary Wortley Montagu (de nacimiento llamada Mary Pierrepoint, hija de Evelyn Pierrepoint, primer duque de Kingston-upon-Hull)

Por parte materna, de quien quedó huérfana muy niña, también era hija y nieta de condes. Mary era la mayor y su padre se sentía orgulloso de la belleza de la niña pero también de su ingenio, aunque esto último no fue ni para ella ni para el resto de sus hermanos decisivo para que su padre se preocupara en darles una oportuna educación.

Aconsejada por el obispo de Salisbury

Animada por Gilbert Burnet, en aquel entonces el obispo de Salisbury, Mary comenzó a estudiar de manera autodidacta (única manera posible que existía para la mujer en aquellos años) zambulléndose en la lectura de los Libros que su padre tenía en su biblioteca.

Sus estudios le facilitarían más tarde el poder dejar por escrito sus experiencias vividas a través de sus viajes.

Amistades interesantes

Entre sus amistades más íntimas Mary se relacionó con Mary Astell (escritora y luchadora incansable por los derechos de la mujer) y con Anne Wortley Montagu, nieta de Edward Montagu, I conde de Sandwich (y aunque parezca broma, fue él quien le dio nombre al emparedado) pues sentado una vez a la mesa de juego, era tal el vicio que ni parar para comer quiso parar, cuando se le ocurrió pedir un trozo de carne entre dos trozos de pan…y de ahí y para los restos, el nombre de sándwich en honor a su apellido.

Sentimental, romántica y rebelde

Pues hermano de Anne Wortley era Edward, de quien Mary se enamoró y él de ella y con quien mantuvo una relación secreta por carta, que él escribía y su hermana mandaba en su nombre.

Tras la muerte de Anne, ya sin ninguna intermediaria que ocultara sus amores, ellos dos siguieron escribiéndose hasta hacer pública su relación. El padre de ella se negaría desde un principio a ese idilio, alegando no querer compartir sus bienes con el tal Edward, que para él no estaba a la altura de su hija.

Encierro y huida

Tras tenerla alejada de él por un tiempo (pensando su padre que así quizás se olvidase de aquel romance) y pretender casarla con otro mejor candidato elegido por él mismo, Mary escapó de su casa y se fue tras el novio. Esto ocurría allá por el año 1712 casándose, pese a la negativa de Lord Dorchester, con Edward y recibiendo el consiguiente castigo que no fue otro que dejarla sin la parte correspondiente de la fortuna familiar que le correspondía por herencia.

Boda por amor ¿hecho sobrevalorado?

Ni el gran amor que ambos pensaban sentir el uno por la otra y viceversa, fue capaz de hacer frente a las vicisitudes que la vida diaria plantea a una pareja. No fue todo de color de rosa como ella pensó que sería y pronto empezaron los roces y las malas caras, aun así ella iba allá donde él estaba, pues su marido, miembro del Parlamento inglés y más tarde nombrado embajador, viajaba muchísimo. En su viaje a Londres, Mary deslumbró ante una corte que quedó impresionada por su belleza, su elegancia pero sobre todo su ingenio.

Viajes y escritos

Su contacto con el llamado “orientalismo”, ya que viajó hasta Constantinopla (pues fue nombrado su esposo embajador del Imperio Turco) donde vivirían unos cuantos años, permaneciendo por algún tiempo a su paso por ciudades europeas como Viena y Adrianópolis entre otras, dio lugar a que escribiera Cartas de la embajada Turca.

Pero si algo hay que agradecer a Mary de su viaje a Turquía fue que hubiera sufrido en carne propia los efectos de la temible viruela. Ella sobrevivió a la enfermedad, su hermano sin embargo, seria uno de tantos que murieron a causa de la misma.

Métodos contra la viruela

Practicada originariamente la variolización en China y la India (método que se basaba en colocar a los niños la ropa de los enfermos de viruela, asegurándose que sus heridas quedaran en contacto con tales prendas) llegó a tierras turcas justo en el periodo de tiempo que ella vivió allí.

Confiada plenamente en la eficacia de la inoculación de la viruela, Mary hizo que sus hijos fueran inoculados y más tarde cuando regresó de nuevo a Gran Bretaña, fue proclamando los beneficios del método, de quien se puede afirmar que introdujo el método en Europa en 1717, primero en Gran Bretaña, poco después en Francia donde obtuvo mucho éxito, para alcanzar también al resto del continente.

Dicho así parece que su palabra fue suficiente para que creyeran en el método, pero ni médicos ni científicos le dieron credibilidad, aferrándose a un escepticismo que duró sesenta años, hasta que por fin la vacuna fue plenamente aceptada.

Amistades peligrosas

Antes de salir a Oriente conoció al poeta Alexander Pope, poeta dado a las obras satíricas y las traducciones, que según se dice fue rechazado por ella y que le envía durante su estancia en Turquía una serie de cartas, con tintes eróticos, según algunos como ejercicios sin pretensiones (hecho discutible, por la enemistad que se genera entre ellos y el resentimiento en las letras de Pope) Ejemplo de ello se presume que es el Epitaph on the Lovers struck by Lightning de Pope (Epitafio sobre los amantes golpeados por el relámpago).

En resumidas cuentas, parece que hubo testigos de la declaración amorosa de él y el rechazo de ella y que a partir de ahí, utilizaron las letras como armas arrojadizas contra ellos mismos en poemas y obras de otros géneros, disfrazados los mensajes bajo personajes inventados.

Fin de su matrimonio

La relación con su marido llegó a su fin, aunque quedaron en buenos términos y hasta continuaron carteándose. Ella cambia continuamente de lugar de residencia hasta que en 1762 muere al regresar a Gran Bretaña, después de que su hija le pidiera que viviera con ella y su marido.

Su vida no solo es recogida en sus escritos, sino que también es plasmada (habría que asegurarse si con objetividad) en los textos y poemas de Pope y también en los de Horace Walpole, quien también se ensañó con ella, al calor de un claro sentimiento de rencor hacia Lady Mary (que no parece que fuera por rechazo amoroso como a Pope, pues se le etiquetaba como asexual).

Legado

Lady Mary nos dejó una amplia obra epistolar que abre campos a posteriores viajeras y escritoras y que describe con bastante precisión la realidad por las tierras turcas, de lo que se sirven artistas de toda índole, como queda patente en el cuadro de Jean-Léon Gérome El baño del harem.

Pese a todos los obstáculos que tuvo que salvar rebelándose a temprana edad a las imposiciones de su padre, Mary consigue dejarnos un muy interesante registro de sus creencias y experiencias, en las que se puede ver la influencia de un pensamiento feminista, unido a su osadía a hacer aquello en lo que realmente creía, como fue el caso de difundir la eficacia de la vacuna contra la viruela. Lástima que nadie le hubiera prestado la atención necesaria, pues sin duda se habrían salvado muchísimas vidas, tantas como pueden verse afectadas durante sesenta años de contagio de la enfermedad. Quizás, si hubiera sido hombre, otro gallo habría cantado.