A finales del siglo XVIII y principios del XVIII, aumenta el temor y el miedo donde la figura del Diablo se hace indiscutible. Ya en el Renacimiento empieza a difundirse la idea del Diablo a través de imágenes, panfletos y libelos como nunca antes se había realizado. La sociedad cree en Satanás como ser real al que acusan de los males, las dolencias, las enfermedades y los infortunios; esta circunstancia también se une al temor a las profecías que surgían sobre un fin del mundo próximo.
Durante el Siglo de Oro se profundiza en el conocimiento demoníaco para diagnosticar los casos en los que se producen pactos con el Maligno y ofrecer protección a los fieles.
Gracias a la imprenta, comienza a difundirse de forma más masiva obras y tratados sobre demonología que acaban en manos de teólogos, jueces e inquisidores.
Por tanto, se empieza a crear un enfoque erudito de la figura del Diablo a través de obras como el Malleus Maleficarum, el Disquisitorum Magicarum de Martín del Río, los escritos de Blasco Laura, Francisco Torreblanca, Benito Remigio Noydens, etc.
En esta época se asienta la idea del fin último del Diablo, que es el de apoderarse del cuerpo y voluntad del hombre a través de pactos, riquezas, eternas juventudes, dones de belleza o conocimientos ocultos y que acabarían en posesión demoníaca, que anula toda libertad del individuo en favor de Satanás.
Y es que en la Edad Moderna la "sintomatología" más extendida para saber si se está ante una posesión demoníaca es descrita a la perfección por Francesco Maria Guaccio, con 47 señales donde destacan las siguientes: hablar y comprender lenguas desconocidas; discutir temas eruditos cuando se es ignorante; revelar hechos olvidados, ocultos o futuros; imposibilidad de acceder a ceremonias religiosas; tendencia suicida; y turbación cuando se practica el exorcismo.
En cuanto al exorcismo, el padre Benito Remigio Noydens lo plantea como "una batalla en la que el guerrero se arma para luchar contra Satanás". Así lo cita en Práctica de exorcista y ministros de la Iglesia y comenta que el exorcista debe rezar y conjurarse antes de librar batalla contra Satanás.
Noydens recomienda que el exorcismo se realice en una iglesia sin niños, adolescentes y mujeres.
El exorcista debe preguntar al poseído sobre cuántos demonios hay en su cuerpo y cuáles son sus nombres, para posteriormente intentar que el Maligno se rinda a través de la confesión y la asistencia a misa primero, y la imposición de agua bendita y de manos después.
Además, este demonólogo del Siglo de Oro ya comienza a entrever que muchos endemoniados puede que padezcan enfermedades propias del ser humano. Esta situación irá evolucionando con el paso de los siglos y dará lugar a avances en Medicina y sentará las bases para nuevas ramas del conocimiento como la Psicología o la Psiquiatría.