Errar es humano

Es obvio que al ser humano las virtudes le sobran y enaltecen, pero a veces la estupidez le corona como defecto más grande. Pues debe ser de despistado chocar una o dos veces con la misma piedra, pero cuando el mismo error se comete sin cesar, se puede hablar de estupidez sin temor a exagerar. Entiéndase estupidez, en el más riguroso significado de la palabra, que según la RAE es “torpeza notable en comprender las cosas”

Tomar un camino creyendo que es el mejor, es lo más lógico. Pensar que ese mismo camino lo han tomado muchos antes que nosotros y que es por eso precisamente lo que lo hace perfecto, sigue teniendo lógica.

Lo que invalida ese camino, retirándole el adjetivo positivo, es cuando nos damos cuenta que siguiendo esa ruta no llegamos a buen fin y lo seguimos aún así, cometiendo el mismo error que nuestros antepasados. Resulta entonces iluso pensar que nos dé un resultado distinto, si seguimos haciendo lo mismo.

Malos hábitos, malas consecuencias

Es evidente que nadie aprende por cabeza ajena, pero sí podemos ser precavidos y no caer en los mismos malos hábitos que a otras personas les llevan a mal fin. Aún así, aún sabiéndolo, caemos en ellos.

El problema se agranda cuando el mal hábito deja de perjudicar tan solo a un individuo, al que consume, para extenderse el mal, como ondas que resultan de caer algo en aguas quietas, a todo aquel que tiene a su alrededor.

Familia, amigos y conocidos con frecuencia se ven afectados por las consecuencias, normalmente negativas, de una costumbre poco sana, que a la larga, casi siempre mata, sino físicamente, sí en cuanto a ilusiones y metas se refiere.

Fumar, beber en exceso, tomar sustancias adictivas, la ludopatía…y un largo etcétera, deterioran la calidad de vida de manera determinante.

Y esto ocurre en el plano familiar, de amistades e incluso puede concernir e involucrar a los vecinos más cercanos pero, ¿qué sucedería si las ondas se ampliaran tanto, tanto que abarcara a un país entero?

Mismo error repetido, círculo cerrado sin solución

No se concibe la Historia de la Humanidad sin sus luchas, sus guerras, sus cruzadas y sus miles de maniobras y estrategias para alcanzar el poder.

Debe ser que el hombre, como ser racional recibió una dosis mayor de competitividad, de agresividad que le hace luchar, no ya por sobrevivir y perpetuar su especie, como hace el resto del reino animal, sino por ambicionar lo del otro, queriendo arrebatárselo a como dé lugar. Es una ambición y codicia de tal calibre que un solo individuo es capaz de movilizar un país entero, en pro de sus propios intereses, una manipulación que desde el albor de los tiempos ha existido. Solo es necesario echar la vista atrás y ver cuánto dictador y líder dirigió conquistas, colonizó tierras ya habitadas, masacró y exterminó culturas de raíz. Y en todo este movimiento de conquistador y conquistado, siempre se generó un mismo sentimiento, odio y como consecuencia, venganza.

Pasados algo más de dos mil años desde que nuestra historia queda datada ¿no es momento ya de parar a hacer una reflexión?

Si el círculo de odio y resentimientos por acciones pasadas sigue aún vigente, completamente cerrado, soldado fuertemente como elementos de hierro, ¿en qué momento queremos que toda esta violencia acabe?, ¿cómo, si no actuamos de manera distinta vamos a llegar a crear una realidad distinta a la que hemos eternizado durante toda la historia de la Humanidad? También cabe la posibilidad de cambiar de manos el poder, con esto de que al cambio de hombre a mujer se note alguna mejoría.

Como decía nuestro gran maestro Antonio Machado, “caminante no hay camino, se hace camino al andar”, caminemos pues por una nueva ruta, un nuevo sendero donde quede fuera de lugar tanto odio, tanta equivocación y tanta mala voluntad para nuestro prójimo, solo así podremos conseguir la Paz que siempre se ha anhelado y se anhela cada vez más.