Si verdaderamente existe algo que siempre es constante, eso es el cambio. La vida no es más que un péndulo caprichoso que oscila entre el negro y el rosa y viceversa, pasando por una amplia gama de colores, una variada paleta que nos hace sentir una multitud de sensaciones insospechadas, sentimientos contradictorios y momentos de intensa incertidumbre que nos hacen caer en el peor de los abismos.

Salir de la zona de confort

Comenzar de nuevo supone poner los marcadores a cero, muchas veces cambio de vivienda, de ciudad, de trabajo... una serie de alteraciones que bien merecen un duelo, pues no es fácil desapegarse de aquello de lo que por un tiempo compuso nuestra rutina, lo que conformó nuestro círculo de confort.

Pero las situaciones a veces se vuelven insostenibles y no queda más remedio que tomar drásticas medidas que nos hacen tambalearnos como indefensos tentetiesos. Tener la sensación de caminar sobre un inestable puente colgante, sobre brasas encendidas o no ver más que oscuridad alrededor, son algunos de los sentimientos que nos pueden atrapar y hacernos flaquear en ese proceso de reencuentro con uno mismo. El objetivo entonces se vuelve difuso y podemos llegar a preguntarnos si verdaderamente elegimos el camino correcto.

Nuestra salud, tema prioritario

Es nuestra salud entonces la que puede verse afectada seriamente si dejamos que nuestra mente se preocupe de maléficas y destructivas hipótesis que nos pueden acarrear serios problemas.

La pregunta entonces se hace ineludible,¿no fue por un bien que tomamos la arriesgada y a veces dolorosa decisión de romper con nuestro presente en pro de un futuro mejor? Entonces, ¿no debemos luchar con todas nuestras fuerzas por adaptarnos a nuestro nuevo entorno, tener fe en que todo saldrá bien y soñar con ese algo que nos faltaba que fue precisamente el detonante de la ruptura?

Situados en esta encrucijada, siempre habrá quien nos diga que estamos locos de remate, que nuestra vida era fantástica y que más vale malo conocido que bueno por conocer, mientras otros, te felicitarán de corazón por tu iniciativa, alabándote por tu valentía y deseándote lo mejor de lo mejor en tu nueva vida.

Sea como sea, digan lo que digan, y haciendo uso del sabio refranero español, bien podemos conformarnos ante aquella famosa sentencia alentadora que asegura que "no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista".