Sólo con leer el titular y el subtítulo muchos lectores habrán llegado a la conclusión de que en este artículo se va a proponer el Comunismo como sistema económico y, rápidamente, surgirá la tentación de acudir a las tan manidas ideas de que el Comunismo ha provocado los famosos 10 millones de muertos. Nada más lejos de la realidad.

El Capitalismo

La simplificación de ideas que inunda el pensamiento social de nuestra época no nos deja ver más allá de la dicotomía Capitalismo-Comunismo, o bien llegar a un punto intermedio al que llamamos Socialismo.

Y se agrega aún más confusión cuando la gente confunde los sistemas políticos con los económicos y asume que el Comunismo es dictadura y que el capitalismo es democracia. No es cierto, podría perfectamente haber una democracia comunista al igual que existen por todo el mundo dictaduras capitalistas. Pero ese no es el tema.

El sistema capitalista y el fin de nuestros días

La cuestión que nos introducía el titular de este artículo es la relación que tiene el sistema económico capitalista con el fin de nuestros días, y respecto a eso tenemos varias cuestiones.

La primera es que el sistema capitalista es defendido por mucha gente como la causa del mayor desarrollo social y tecnológico que jamás hayamos tenido, y eso es verdad, concretamente para el 25% de la población mundial.

El otro 75% sigue viviendo en la más absoluta miseria. Aun así, el 25% que sí se aprovecha del sistema está viendo cómo se va deteriorando progresivamente su calidad de vida, debido a que la globalización ha permitido que las empresas externalicen su producción y que el 75% de los que no disfrutan de las bondades del capitalismo trabajen para el sistema a cambio de sueldos míseros, sin derechos y sin garantías de seguridad.

Este hecho ha provocado que los antiguos trabajadores del 25% de afortunados del primer mundo vean cómo sus puestos de trabajos emigran igual que las cigüeñas a un lugar en el que el coste de la mano de obra es más barato, y claro, si quieres trabajar para ganarte la vida sólo te queda la opción de igualarte en salario y derechos al tercer mundo, de lo contrario no podrás competir con personas que prácticamente trabajan por pan.

La segunda es que el sistema capitalista desea fervientemente la liberalización del comercio, o lo que es lo mismo, que los gobiernos tengan pocos o nulos controles sobre la actividad empresarial y que la llamada “mano invisible del mercado” sea la que establezca precios y salarios. Según ellos la libre competencia mejora la calidad de los productos y del servicio. ¡Gran idea!, levantemos todos los controles a la actividad empresarial, porque todos sabemos que los grandes empresarios no desean ganar cada vez más dinero ni expandirse, sino que su objetivo es la mejora de la calidad de vida de la sociedad, que compiten unos contra otros y nunca se ponen de acuerdo para fijar precios ni alterar el mercado (modo ironía en on).

Seamos serios. El sistema, y cualquiera que trabaje en cualquier empresa lo sabe, desea un crecimiento infinito de sus ventas y de sus beneficios, o si no preguntadle a cualquiera de vuestros jefes cuál es el objetivo para el año que viene. La respuesta es siempre la misma: crecer.

La tercera es un clamor, un grito que todos hemos oído pero que aún no ha creado la suficiente alarma en nosotros: nos estamos cargando el planeta. Tratados, reuniones, convenios, cumbres y otros gestos que vemos habitualmente en las noticias no han conseguido jamás que todos los países participantes se pongan de acuerdo tan sólo en las emisiones de CO2. Los defensores del sistema, tanto empresarios como políticos, dicen que todas las señales que nos está dando La Tierra son un invento de unos cuantos alarmistas, y que llegado el caso de que peligre nuestras vidas el sistema podrá reinventarse a sí mismo y seguir funcionando.

Es falso, el sistema capitalista no tiene un plan B. Son tantos los intereses, la corrupción, los clientelismos y la avaricia que rodea este sistema que sería imposible convencer a sus defensores aunque estuviera cayendo fuego del cielo.

Hacia dónde va el sistema

Primera señal: todo el mundo sabe cómo se está precarizando el trabajo en nuestra sociedad, es normal, porque además de competir con mano de obra barata hemos entrado en el círculo vicioso del abaratamiento de los productos, es decir, como cada vez la gente cobra menos las empresas necesitan poner en el mercado productos más baratos para que siga funcionando el sistema. Y para que los productos sean más baratos las calidades deben ser peores y los gastos de producción (sobre todo en mano de obra) tienen que ser menores, por tanto se busca mano de obra aún más barata (primero fue Taiwán, luego China y ahora India).

Esa mano de obra aún más barata vuelve a competir con tu sueldo y tus derechos menguantes, y así una y otra vez.

Además de eso, los productos que te llevas a casa son prácticamente basura por su mala calidad, y eso sin mencionar la obsolescencia programada, o lo que es lo mismo, la inclusión en el producto de una fecha límite para que se te averíe pronto y tengas que comprarlo de nuevo una y otra vez.

Segunda señal: el sistema capitalista vive de vender productos a clientes fieles una y otra vez. Eso parece bueno cuando piensas en una mesa, un televisor o un teléfono móvil, pero, ¿y si hablamos de medicamentos? ¿Y si hablamos de armas? Lógicamente el empresario farmacéutico o el empresario armamentístico desea clientes fieles que compren el producto una y otra vez, como todos los empresarios, por tanto su interés serán los enfermos crónicos para uno y la existencia de conflictos bélicos para el otro.

Hablamos de dos de las industrias más potentes a nivel mundial. ¿Qué interés puede tener un vendedor de medicamentos en acabar con la enfermedad? ¿Y qué interés puede tener un vendedor de armas en acabar con la guerra? Para pensar, ¿verdad?

Pues pensemos un poco más para terminar. ¿Qué es mejor para un vendedor de botellas de agua, que haya agua potable disponible para todos o que el agua del grifo sea venenosa? ¿Qué es mejor para una empresa constructora, que las casas duren toda la vida o que un terremoto destruya una ciudad? ¿Qué es mejor para una empresa de limpieza, que los ciudadanos sean cívicos y no ensucien la calle o que la llenen todos los días de basura? Seguro que se os ocurren muchos ejemplos más.

El Capitalismo es un sistema económico maquiavélico cuyo funcionamiento depende de las carencias de la población, que se beneficia de las desgracias, algunas de ellas acontecidas y otras provocadas, un sistema en el que además de las empresas compiten las personas, pero no para ser el mejor, sino para poder comer o tener un techo bajo el que vivir. Su fin no es mejorar tu vida, sino aumentar sus beneficios, y tarde o temprano acabará matándonos a todos. Pero hay tantas cosas bonitas que puedes comprar en las tiendas que de momento no te vas a dar cuenta.