Como antiguo alumno de este centro de enseñanza toledano, puedo advertir que, antes de matricularse en una facultad como ésta, conviene conocer algunos detalles importantes sobre su funcionamiento interno. Para empezar, el programa de estudios ni siquiera se cumple, al capricho de cada profesor; además de la pésima calidad de la enseñanza pública, donde el alumno es poco más que un cero a la izquierda, hay que añadir el hacinamiento de las clases en los primeros cursos, mientras los estudiantes asiáticos disfrutan de residencias adosadas en la misma plaza de Padilla de Toledo, aulas con menos alumnos y mobiliario más moderno.
Los estudiantes españoles, en cambio, son como los tontos del pueblo en su propio país, están tan adoctrinados que nadie se queja, y si lo hacen no sirve de nada. Lo más triste es que no es un ejemplo aislado.
Si las nuevas generaciones no obtienen los medios necesarios para estar a la altura de las circunstancias, el futuro será aún más negro para todos, a la cola de Europa y a la sombra de China, puesto que la educación es la base de todo lo demás. No hay que ser muy inteligente para saber que el número de alumnos es inversamente proporcional a la calidad de la enseñanza y nos parece que la ignorancia no es una disculpa cuando ésta se da de forma reiterada.
El verdadero protagonista de la educación debería ser el alumno, víctima a su vez de un sistema caduco y corrupto del que sólo puede salir más corrupción de la que cabría desear.
No somos racistas, pero alguien lo está siendo con nosotros. Es obvio que la discriminación respecto a alumnos extranjeros de pago se debe a intereses económicos, situación anormal y vergonzosa que atenta contra los principios más elementales de justicia social e igualdad, puesto que se da una una facultad pública, no privada.
Por lo visto, es necesario tener justo al lado las clases decentes de otros para que se nos abran los ojos a una realidad que antes nos parecía normal, y aquellos valores en los que has sido educado se caen de golpe por su propio peso, entonces es cuando descubres que los propios educadores no son más que un atajo de funcionarios corruptos y clasistas, en cualquier país de Europa Occidental sería motivo suficiente para echarlos a la calle, puesto que los profesores son también los gestores de las facultades, al margen de las posibles responsabilidades políticas. No podemos encogernos de hombros diciendo “estamos en España”. Defiende tus derechos, ser de letras no significa que nos tomen por tontos.