Conocí a Carmen Sereno en la presentación de una novela en Barcelona y lo primero que me llamó la atención de ella fue la viveza de su mirada, esa chispa de inteligencia viva y curiosidad que desprenden sus ojos. La seguía desde hace mucho tiempo en las redes sociales, donde es muy activa y tiene un buen nutrido grupo de seguidores. En la charla posterior, inolvidable entre varias amigas escritoras independientes, lectoras y blogueras literarias, pude confirmar que se trataba, en efecto, de una persona especial.
En aquella época estaba inmersa en lo que luego fue su primera novela y en la crianza de su primer hijo, rebosante de creatividad e ingenio, porque si algo destaca de Carmen desde el primer momento es eso; el ingenio, la inteligencia viva y despierta para detectar los detalles que a muchos nos pasan desapercibidos, sus frases mordaces pero asertivas y su opinión siempre razonada.
Su nueva novela es ya un éxito de ventas
Tres novelas después sigue manteniendo esas características y sigue siendo la misma mujer vivaz e inteligente, sin que el éxito haya cambiado un ápice su mordacidad y compromiso. Su primera novela "Maldito síndrome de Estocolmo" fue ganadora del premio Chic 2019 y sembró las bases de lo que es una muy prometedora carrera dentro del mundo de la literatura romántica, de la que ella se muestra orgullosa y con la que rompe los moldes y estereotipos que siempre rodean este género. Ahora, con tercera novela "Nadie muere en Wellington" se confirma como escritora en este mundo tan complicado.
- Tú eres periodista, trabajaste en El diario Vasco, y hace unos años lo dejaste todo para dedicarte a escribir novela, ¿Cómo fue tomar esa decisión que implica tanta incertidumbre?
Tengo que reconocer que no fue fácil, pero venía de un periodo de insatisfacción laboral demasiado prolongado en el tiempo y necesitaba un cambio con urgencia. Estaba frustrada y sabía que, tarde o temprano, iba a tener que tomar una decisión drástica o acabaría deprimida. Trabajar en algo que no te gusta puede llegar a suponer una auténtica carga emocional.
Por suerte, conté con el apoyo de mi familia en todo momento y eso, de algún modo, me ayudó a aliviar la incertidumbre.
- ¿Qué ha supuesto para ti el éxito de tus Libros?
Un sueño cumplido y una volver a conectar conmigo misma. Siempre he querido dedicarme a esto, desde que era muy jovencita y escribía historietas para mis amigas del cole por pura diversión, aunque supongo que lo veía como algo inalcanzable.
Por otra parte, las letras han sido para mí un refugio, una especie de terapia en los momentos más oscuros de mi vida. Escribir me ha servido como ejercicio de crecimiento personal, de búsqueda de mi propia voz. Podría decirse que por fin he encontrado el modo de canalizar todo eso que me bulle por dentro y darle la forma apropiada.
Sus novelas siempre tienen un fondo social que muestra su compromiso
- ¿Presentarte a los premios Chic fue parte de la apuesta personal por la escritura?
Sí. Conozco el sector y sé lo extremadamente difícil que resulta que una editorial apueste por un autor novel o desconocido. Creo que haberme presentado a un premio literario fue la vía más acertada, y animo a hacer lo mismo a todo aquel que quiera publicar, aunque no suponga ninguna garantía.
- Eres una mujer comprometida política y socialmente ¿está eso reñido con la escritura de novelas románticas? ¿Cómo has vivido estos últimos años convulsos en la política española y esta pandemia actual?
Por supuesto que no está reñido. Escribir (y leer) novela romántica no es sinónimo de frivolidad; debemos desterrar esa idea tan injusta de una vez por todas. Un autor, sea del género que sea, es ante todo una persona que forma parte de una sociedad y que tiene sus propios valores, principios e ideas políticas. Obviamente, lo que ocurre a diario en el seno de dicha sociedad, también impacta al autor. La gran recesión económica de 2008, la crisis de los refugiados de 2015, el terrorismo global, la corrupción política o la pandemia del SARS-CoV-2 que nos golpea estos días, por citar solo algunos ejemplos, inciden en la forma de ver el mundo de cualquier persona, incluidos los autores, escriban estos novela romántica o ensayo filosófico.
Puede que haya algunos que lo expresen de una forma más contundente que otros, pero, en cualquier caso, eso no viene determinado por el género literario que trabajan, sino por la pasta de la que están hechos como persona; ni más ni menos. Existe la idea, tristemente extendida, de que un escritor de novela romántica tiene poco que aportar. Si alguno tiene la tentación de creer que vemos la vida a través de un filtro de color rosa, con corazones y cupcakes, aprovecho para comunicarle que no somos ajenos a la realidad. En cualquier caso, las tramas con un marcado trasfondo de denuncia social se dan cada vez con mayor frecuencia en la novela romántica. En Maldito síndrome de Estocolmo y en Azul Estocolmo, sin ir más lejos, trato la precariedad laboral, la cultura de la subcontratación o el corporativismo salvaje, tan en boga en estos tiempos.
Entre sus lectoras hay auténticas fans de toda la cultura nórdica y los suecos
- Eres una persona muy activa en redes sociales, ¿Qué es lo mejor y lo peor de interactuar con ellos?
Lo mejor son las personas que hay detrás de cada perfil, sus historias y los vínculos que se crean con muchas de ellas. Lo peor es la polarización, el linchamiento, el odio, la necesidad de opinar de todo con inmediatez y sin haberlo razonado y el exceso de corrección política.
- ¿Cual es la lección más dura que has aprendido como escritora desde que comenzaste a publicar?
Que, por mucho que hayas trabajado, por más que te hayas dejado el alma y la piel en esa novela, siempre habrá alguien capaz de decirte sin remordimientos de ningún tipo que tu libro es una basura.
Eso duele muchísimo.
- ¿Qué supuso a nivel personal la bilogía de “Maldito síndrome de Estocolmo” y “Azul Estocolmo”?
Supuso el cambio que necesitaba mi vida. Poder dedicarme por fin a lo que realmente hace que me sienta completa, tranquilidad de espíritu y realización personal.
- En “Nadie muere en Wellington” hablas de las segundas oportunidades, de volver a empezar…
Exacto. Es una historia que habla justamente de cómo es posible abrazar la luz después de un periodo de oscuridad. Por eso, siempre digo que, aunque cuenta una historia dramática, en el fondo es un canto a la esperanza y al optimismo.
- Ahora en serio, ¿por qué suecos?
Pero ¿tú los has visto?