En medio de la vorágine que se vive en la 45 Edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (FILBA) con actividades que sin cesar se llevan a cabo en los diversos pabellones, que superan las 60 actividades diarias (entre charlas, talleres, presentaciones, firmas, etc) era fácil que esta no pasara desapercibida.
Una actividad especial
En definitiva, se trataba de una pequeña actividad, a última hora, en el lugar más alejado del recinto ferial.
Por si fuera poco, coincidía con el día en que Evita hubiese cumplido 100 años, con la lógica proliferación de novedades editoriales en torno a su carismática-mitológica figura, que incluía el lanzamiento de “Eva Perón.
Esa Mujer” en la sala Borges (vaya ironía) y cierre musical a cargo de Nacha Guevara.
Sin embargo, poco antes de las 20:30, una nutrida concurrencia de uruguayas y uruguayos nostálgicos, esperaban con creciente ansiedad que se habilitara el ingreso a la sala Alfonsina Storni, del Pabellón Blanco.
La llegada del Embajador de Argentina
Por cuestiones de protocolo, el acceso se habilitó cuando legó el Embajador en Argentina, Héctor Lescano. En pocos instantes, el espacio de la sala con capacidad para unas 100 personas, quedó colmado.
Antes de la expositora, el Embajador enmarcó la actividad dentro de la Temporada de Cultura Uruguaya en Buenos Aires, una serie de eventos auspiciados y fomentados conjuntamente por el Ministerio de Educación y Cultura, y la Embajada; que comenzaron en el pasado mes de marzo con el homenaje a China Zorrilla en el Teatro Nacional Cervantes, y que seguirá, luego de esta participación en la FILBA, con una exposición de la obra de Figari en el Museo Nacional de Bellas Artes (26 de junio), un concierto de la OSSODRE en el Centro Cultural Kirchner (27 de junio) y cerrará con el Festival Internacional de Artes Escénicas en el mes de agosto.
Generación del 45, Benedetti y Vilariño
Y luego sí, dio inicio el plato fuerte. La expositora, la docente y filóloga Hortensia Campanella, comenzó haciendo un breve repaso a la situación de aquel lejano Montevideo de posguerra, “en el que la macrocefalia era más acentuada que hoy en día”. Lo resumió como un país que vivía los últimos tiempos de las vacas gordas, y culturalmente recibía el aporte de exiliados españoles que huían del franquismo, como Margarita Xirgú y el escritor José Bergamín.
Este fue el caldo de cultivo que generó las condiciones para que de repente, surgiera como de la nada, la generación de intelectuales más potente en la historia cultural del país.
Una generación que contó con apellidos y nombres ilustres como Carlos Maggi, Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal, José Pedro Díaz, Ma. Inés Silva Vila, y la incombustible Ida Vitale.
Dos referencias centrales fueron el semanario Marcha la cual consiguió ser “una referencia insoslayable, incluso fuera de fronteras”; y Onetti, quien por edad no fue parte de esta generación, sino una suerte de guía para todos sus integrantes “en la no concesión a modas, debilidades, en la elección de lecturas importantes, en el hábito de señalar defectos”; pero a la vez de ese rol, también cumplió el de amigo para la mayoría.
Para finalizar, Campanella ahondó en las personalidades de “los dos grandes nombres” dentro de esta generación: Mario Benedetti e Idea Vilariño. De orígenes sociales y geográficos distintos, ambos destacaron en la poesía y “cultivaron una amistad muy cercana durante más de 50 años”, a lo largo de los cuales también “compartieron una posición de compromiso, social y político, casi idéntico”, pero “expresado de diferente manera”.
Ese compromiso fue el que forzó el exilio de Benedetti “y el incilio de Idea”.
Llamativamente nacieron el mismo año con un mes de diferencia (septiembre y agosto de 1920, respectivamente), y fallecieron el mismo año, con casi un mes de diferencia, como dos vidas espejadas. "El mejor homenaje es conocer su obra, leerlos”, resumió Campanella al final de su charla.