De Terry Gilliam ya se han dicho un montón de cosas y probablemente no encontraremos más en su haber de director (va para los 80) una obra tan deslumbrante como lo fueron Brazil, 12 monos, El Baron Munchausen… Miedo y asco en las Vegas, Time´s bandits… o quizás sí, quién sabe, nadie puede discernir qué es lo que la cabeza de Terry puede hacer y deshacer. Así ocurre en este último film. El hombre que mató a Don Quijote, podría ser definido como un verdadero dislate… puede. Recordemos que es la culminación final de más de 25 años de proyecto imposible.

Su primer intento de abordar El Quijote fue un conjunto de infortunios, y las posteriores intentonas chocaron con la negativa de unos productores y otros. Paulo Branco estuvo apunto de darle el gran empujón, pero le exigió a Terry un control exhaustivo del rodaje y la producción, hecho que contempló el conflicto entre ambos y el proyecto se quedó en el dique seco de nuevo. Proyecto maldito, no solo para él, sino para otros grandes directores, como Orson Welles, que perseveraron en este proyecto, dejando incluso su vida. Siempre fastuoso, y con gran dificultad en su fin por las enormes capas de sentido que tiene una obra totémica –uno de los grandes consejos para un cineasta, es no trabajar con obras de tranto calado conceptual y lectura sobre lectura, historia dentro de la historia, que un limitado espacio de tiempo como, un flim, no puede abordar, pero esto a Gilliam le trae al pairo, y me parece bien.

Welles lo intentó, pero fue Jesús Franco, tiempo después de la muerte del creador de Ciudadano Kane, quien terminó el montaje, una obra rodada por Orson, sí, pero con una propuesta final surreal y sorprendente, de tan herculiana idea. El Don Quijote soviético (Don Kijot, de Grigori Kozintsev, 1957) es la obra más conseguida y apegada al libro –todo un Estado estaba detrás del proyecto-con imágenes realmente poderosas y un Quijote y Sancho marcianos, seres vertebrados en medio de espacio casi lunares, generaban un encuentro con el libreo de una dimensión lírica, turbadora.

De esas imágenes El hombre que mató a Don Quijote –es una recreación original de fragmentos de El Quijote- se nutre, hay verdaderos espacios extraterrestres donde esas dos figuras (Jonathan Pryce y Adam Driver) se pierden como siluetas divinas.

El film tiene verdaderos descubrimientos, sobre todo los pasos desde la ficción temporal real, y la ficción intemporal de los sueños… cómo pasar de un espacio a otro, como abrir puertas entre la realidad y el libro, entre lo cotiano, aunque estrambótico –Gilliam está encantado de entrar en los tópicos y costumbres arcaicas de España, de hecho, son su llave para entrar en el no tiempo de El Quijote- y lo sublime que la imaginación recrea de las imágenes cervantinas.

Esa enorme libertad que da el juego del sueño y la realidad, es donde Guilliam se desata… El punto final, la culminación de lo medievo -hemos comenzado en el siglo XXI par acabar en un tiempo inclasificable- es la fiesta de disfraces, estridencia de los deseos del dinero por la figura del magnate del vodka ruso -interpretado por un malvado Jordi Molla- en un castillo medieval, para dejarnos perdidos en medio de la locura, que desde el primer momento Guilliam ha dibujado en la pantalla y nos la ha trasmitido a traves del delirio de un viejo zapatero, convertido en Don Quijote (Jonathan Pryce). En este caso, su fiel amigo Sancho, es un esbelto joven, director de Cine narzisista (verdadero valedor del mundo de lo real, y realmente el verdadero Quijote-…que irá cambiando de piel, al mismo tiempo, que se ensucia con la tierra y sus desventuras.

La idea de virtud y moralidad, de bondad y justicia, de dignidad en el mundo de locura que el Quijote propone –Gilliam lo tiene claro, los únicos que nos salvan son los locos o los niños-, servirá para regenerar la realidad, la actual y la eterna, reventada de tanta vanidad y maldad. Al igual que la obra de Cervantes pretendió, una de sus ideas de fondo –de las muchas que aborda sobre la condición humana- es recogida por Gilliam para entregar una oda a la locura y la iluminación, a los sueños y la redención, ¿desde un guión descabalado?, puede… ¿desde actuaciones sobrerregistradas? puede ser ¿es ofensivo para los bien pensantes?… también, pero con imágenes sublimes, que abren las puertas de otras imágenes, como los sueños… como los excesos de Fellini.