Desde la Cicatriz interior (1973), Philipe Garrel (1947) nos ha mantenido alerta sobre los conflictos imposibles poe solventar entre mujeres y hombres. El mundo del amor, la imposibilidad de ser –que de igual forma Kitano nos dibujaba en aquella oda del amor en Dools- y la estrepitosa forma de salvar la libertad dentro de la pareja, incluso al individuo, han sido la constante de su Cine: una postura pesimista existencial a la altura de Shopenhauer, una derrota sin paliativos de la felicidad. Las derivas del amor se cierran con Amante por un día, tras La jalousie (2013) y La sombra de las mujeres (2015).

Tres títulos para una siempre brillante firma dentro del Cine contemporáneo francés.

La historia nos centra en los agravios del amor; Jeanne, a sus 23 años, vive la ruptura como un drama sin horizonte; Gilles, su padre, profesor de filosofía en la universidad, pasa de los cincuenta y sufre la deslealtades del corazón; Ariane, la pareja de Gilles, tiene la misma edad que su hija y vive sus años de afán amatorio. Gilles, el flamante profesor del pensamiento se encuentra aturdido y minimizado por la desesperación de su hija y la vida extraconyugal de Ariane.

Phillipe Garrel, como buen discípulo de la nouvelle vague se sumerge en este pequeño mundo para hacerlo enorme. Profundiza en la cotidianidad de las personas, en la intimidad de lo doméstico.

La vida no nos corresponde y las pasiones son inapropiadas para el buen amor. Hay algo que siempre chirría, y se nos escapa, somos devorados por ello y no somos ejemplos de nada. Gilles es incapaz de controlar su vida madura. ¿Hasta dónde puedo querer? Hasta donde pueda, la filosofía tampoco nos salva del amor.

El film en blanco y negro sigue las propias derivas de Garrel en Los amantes regulares, y no se pierde con el color, se dirige a los detalle de la verdad que el blanco y negro, y bajo 35 mm, se subraya.

Este Cine es de verdad, nos viene a decir. El cine de Garrel y siempre sus actores -su hijo no aparece en esta bobina- no se pierden en registros, la simplicidad de los sentimientos y los diálogos, la sinceridad del film, hace que los personajes no se diferencien de la realidad, son verdaderos trozos de vida, sin aparente intervención sobre ella… sin intervención en los espacios conocidos, en la casa, las clases, las calles, los amantes; repetitivo, minimalista y verdadero.