La maestría de Spielberg para contarnos una historia y tenernos enganchados a la butaca no es nueva, es un maestro de la narración. Eso sí, a mí siempre me sabe a poco, jamás negaré su talentazo para contarme un cuento, para tenerme conectado al interés y al suspense, pero... Siempre con grandes actores que conocemos todos, quizás es eso, me sobran los nombres, canibalizan bastante la película. Me sobra su moralina... Me sobra su alejamiento de las propuestas... no es Truffaut –y le quería mucho- Me faltan imágenes. Una lástima... Sigue utilizando el reclamo comercial de las figuras, en este caso Hanks, Streep, recalco.

Digo esto porque al principio del film la labor de ese soldado que está recogiendo información de primera mano, actor desconocido para mí, genera una realidad y una atmósfera perfecta en el film. Desde el Soldado Ryan, la puesta en escena de colectivos por parte del director es soberbia, sobre todo en contextos cerrados, sombríos... vaporosos. Cuando en la pantalla se acumulan actores desconocidos la brillantez alumbra el marco.

Por otro lado siempre criticaré la visión redentora de Spielberg con la cultura norteamericana. Se debe a ella y sigue la política de propaganda del gobierno desde la guerra fría. La crítica y labor de la prensa debe ser siempre independiente –esta es la enseñanza del director, otra más, en su dilatada carrera de hacernos ver el bien eso sí 20 o 30 años después de que la política exterior norteamericana joda al prójimo.

Ya está bien de vivir sin mojarse, sabemos que tu estatus social no lo vas a perder. Incluso veo las diferencias del director judío con Escorsese –este sí más preocupado por estar dentro de la obra, de mojarse-, ya no hablo de autores como Rober Kramer y Josep Losey, casos a parte de coherencia, de talento y crítica contra la cultura y sociedad de su país. Por lo demás, el film no defrauda... Defraudan otras cosas. Reflexión personal; me gustaría que estos grandes totems del Cine volvieran a mirarse en aquella juventud de aromas Nouvelle vague...