Al principio del film Annie Hall (1977), Woody Allen se presentaba frente a cámara y con un monólogo brillante exponía sus problemas de pareja y en general su zozobra existencial con un famoso chiste –repetido más de una y dos entre amigos- sobre dos viejecitas que pasaban el fin de semana en un hotel de montaña. En el momento que sus recuerdos se trasladan a su infancia, llega aquella frase que dice “me crié bajo la montaña rusa de Coney Island en Brooklin, eso explica mi forma de ser un tanto nerviosa”. Ha tardado Woody Allen (Brooklin, 1935) cuarenta años justos, para llevar una de sus obras a este rincón repleto de símbolos del principal barrio judío de New York.
Coney Island y su noria Wonder weel (rueda de la fortuna) es el escenario, el viejo parque de atracciones donde Woody Allen coloca un nuevo drama vital, un gran teatro fabulesco sobre la vida –lo sabe- y por ello utiliza las barracas, norias, tiovivos en una clara fascinación y metáfora: la aparente felicidad solo esconde una patética tristeza, un edulcorante de sueños rotos y sobre todo la arbitrariedad del destino, la fortuna.
De Chéjov a Sófocles
El drama psicológico al estilo de los personajes de Chéjov y del teatro clásico, seres que se dejan llevar por sus debilidades y no consiguen sus objetivos, cayendo en profundas depresiones y sobre todo tragedia, producto de sus malas decisiones o del azar.
Wonder weel es un exponente más del continuo trabajo de Woody en los detonantes clásicos. Los celos, la venganza... el azar, ya utilizado en Meeting point, una tuerca más de aquella Delitos y faltas. En Poderosa Afrodita, ya nos ponían en aviso que los Dioses, es decir el destino tenía algo que ver en la desgracia o fortuna de los hombres, y es ese camino el tomado por escritor Allen.
Son avatares incontrolables surgidos por las pasiones humanas en las que otra vez Woody nos sumerge. Urdida la trama bajo los celos y el afán ingobernable del ego, todo acaba en tragedia. Son las mentiras de la vida y la huida hacia delante, o lo que pudo ser y no fue, lo que hace caer a esos personajes, que perdieron el pie, mintiéndose a si mismos en una constante dilación teatral de su propia existencia.
Desarrolla así una tragedia con todos los ingredientes de un drama de Sófocles, con un incesto revoloteando sobre nuestras cabezas.
El escenario de la Noria de la fortuna
Es el teatro el que mueve esta noria vital, ese engranaje, y la escena un símbolo. El parque de atracciones de Coney Island es un gran teatro clásico, y la noria, el icono del lugar, la metáfora visual de la vida, un tiempo que gira, un día arriba, mañana abajo. Woody Allen hace de ese lugar una arena griega. Es ese gran escenario donde coloca a estos personajes y realiza una verdadera obra de teatro, donde la tramoya es el principal personaje, Wonder weel un espacio de ocio barato y falsa felicidad, y como no, de fortuna. Al principio del film ya se nos pone en aviso de este hecho...
ese lugar patético de apuestas inocuas. La suerte por tanto es el detonante real de la trama, los encuentros inesperados.
El cine es la herramienta para poder colocar de forma intemporal a un personaje narrador, que al mismo tiempo es el objeto de deseo en la historria: el joven apuesto socorrista. Woody Allen nos muestra una vez más su nivel de calidad, ya pasaron sus mejores años y sus grandes películas pero incluso en sus films menores, la maestría no se pierde... esos narradores que miran a cámara, la utilización certera de las herramientas del cuento. Siempre se le achacó el no utilizar con mayor potencialidad el elemento visual de la cinematografía, se lo recordó en aquella entrevista en los ochenta Godard, aunque en esta cinta encontramos un film muy visual, donde la puesta en escena tiene gran relevancia, pero eso sí, su enorme talento para profundizar en la psicología humana nos conduce a tramas perfectas, e invariablemente al teatro –la película es muy teatral, es más los personajes principales son un joven dramaturgo en ciernes y una antigua actriz- nos atrapa, nos enseña nuestra perversidades y debilidades, todos somos miserables y bien es cierto que a la mujer no la coloca en un lugar privilegiado –¿Woody Allen misógeno, o por encima de lo que digan?-...
Kate Winslet lo borda en su papel, pero de nuevo lo femenino se desliza por el hilo de la locura y la maldad. Otro elemento que siempre desborda, un elenco de fabulosos actores.
Wonder weel es una buena obra, aunque ya encontramos a un Woody que no asombra y que nos da su profesionalidad como cineasta de historias, quizás sea una película olvidable, pero no defrauda.