The Square ya ganó la Palma de Oro en Cannes, y se perfila como la máxima favorita para ganar el premio a la mejor película europea del año. El último trabajo del cineasta sueco Ruben Östlund (Tourist, Play) es un fino trabajo de sociología nórdica que nos recuerda mucho a otro film que este año nos ha podido aturdir nuestra percepción social, Toni Erdmann. La preocupación sobre las relaciones humanas es el eje central de ambas películas. Un problema de distorsión, o alejamiento entre lo que mostramos y lo que verdaderamente somos. Ambos films se sustentan en guiones muy bien planteados y sobre todo en una mezcla perfecta de géneros, o mejor dicho, habría que definirlos como una brillante y extraña mezcla de tragicomedia.
Una visión inteligente y compleja del ser humano, que cae constantemente en un estado de crisis al no poder mantener la imagen que damos como roll social a lo que realmente somos como personas. Una honda preocupación que se extiende por el Norte de Europa –y a todos los seres humanos si fuéramos lo suficientemente honestos con nosotros mismo-, que pone el dedo en la llaga, en la cada vez más alejada intención de poder conocernos y así no chocar con lo que nos fuerzan a ser. Ambos films señalan las relaciones humanas y los comportamientos que aplicamos en nuestras vidas. Una crítica a la complejidad y la apariencia que choca contra nuestro verdadero ser generando traumas perpetuos de identidad.
The Square hace hincapié en nuestra falsedad diaria, y nuestro elitismo de clase frente a aquellos que están por debajo de tu estatus social. Esa extraña vida que los humanos vestidos llenan de apariencias y que simplemente un mono desnudo puede reventar en medio de un salón repleto de smokings.