Este film génesis de la carrera cinematográfica de la realizadora colombiana, es un encuentro buscado sobre la memoria vivida y un canto hacia el valor de la mujer en los pequeños entornos. En este espacio que es el bello pueblo de Jericó, en Antioquia (Colombia), las mujeres, viudas, solteras, son las verdaderas veladoras de un estatus, de unas formas de convivencia que se expresan no solo en las relaciones sociales, también en el entorno. Es la belleza de las casas, las flores, las plantas, el olor del café recién hecho, de la comida y las recetas que se pasan unas a otras...
de la importancia de la cultura, de la educación. Catalina Mesa hace una homenaje sentido a esas mujeres de avanzada edad que con sus amores y pasiones, cada una de ellas con distinto estrato social, han conseguido llenar de humanidad un pueblo, y hacerlo casi paradisíaco, cuando no siempre fue idílico por la pobreza, por el machismo o por la violencia de la guerra en Colombia.
El film testimonio, circular, con varias mujeres hablando de sus anhelos y amores y sobre todo de su unión a la vida y a las creencias religiosas, desde cualquier punto... Mujeres más humildes, o profesoras de historia y lengua –es muy peculiar escuchar el testimonio de la anciana de 102 años, que tuvo la posibilidad de estudiar en Miami, y viajar, sobre todo viajar.
Esos retratos y el precioso entorno que dibuja la cineasta de ese pueblo normalizado y hermoso, colorido a fuerza de amor. Tejido por hombres, pero sobre todo por mujeres, es un espejo de lo mejor que puede aportar lo femenino a la sociedad.