Desde el 25 de Octubre el Museo del Prado alberga una exposición muy especial. Se trata de la primera colección de obras inéditas y creadas “in situ” para el museo, a cargo de uno de los artistas contemporáneos más reconocidos: Cai Guo-Qiang. Todo ello acompañado de un excelente vídeo-documental dirigido por Isabel Coixet, en el que el artista nos revela de dónde viene y, lo que es más importante, hacia dónde se dirige con su obra. El acento está puesto en la unión de las culturas asiática y europea como dos partes de un todo y en el despertar de nuestras consciencias ante un mundo que se muere.
Así, a través de una de las herramientas más poderosas, el Arte, Cai Guo-Qiang nos habla de valores y anhelos universales; de sentimientos inconfundibles y de esperanzas con las que todo espectador se siente identificado.
La llegada del artista
Cai vino a Madrid para estudiar a los referentes europeos –en especial a El Greco, influencia fundamental en sus creaciones- e intentar aportar a sus obras una mirada cargada de nuevas intenciones. De esta forma, respetando la espiritualidad de los grandes maestros, el artista incluye la suya propia en una simbiosis total que demuestra que, en última instancia, todos hablamos de lo mismo. Su técnica emplea la pólvora como principal elemento compositivo.
Para ello, realiza unas plantillas que cubre con distintos tipos del material explosivo y, por último, posicionando encima un lienzo en blanco lo prende, haciéndolo estallar. Todo esto constituye un complejo y constante diálogo entre la luz y la oscuridad -el yin y el yang-, presentes y complementarias en el ser humano y que Cai refleja de manera simbólica con la descontextualización de un material destructivo, que usa como protagonista de su proceso creativo.
Espíritu multicultural
Realizada en un centro europeo, esta exposición desarrolla la fórmula compositiva china de manera muy rítmica: el inicio ascendente o qi muestra de dónde parten los trabajos -con la figura de El Greco como referente, a partir del cual construye un nuevo concepto artístico-, el desarrollo o cheng es aún más espiritual –con recuerdos de los seres queridos perdidos por el artista, a los que refleja con la máxima abstracción, un concepto inherente a la pólvora-, la transformación o zhuan es usada para desencadenar el espíritu de la pintura mediante uso de colores efervescentes y vistosos y realiza una llamada de atención ante problemas actuales como el cambio climático -ejemplo de ello es su cuadro El último carnaval (2017), en el que las especies animales se encuentran entregadas a la hibridación mientras, en el centro de la composición, una charca de agua reclama la atención de los espectadores, demasiado anclados en lo morboso y estimulante de la lujuria animal como para reparar en su existencia- y, por último; en la unificación o he, el autor realiza analogías con obras anteriores y aprovecha para liberar los sentimientos contenidos mediante una aplicación mucho más fluida de los materiales.
Algo que ha conseguido reflejar perfectamente el pintor en la que ha sido su primera exposición monográfica en más de treinta años es que, para él, todo está ocasionado por un choque de energías. En cierto modo, estas obras inéditas pero realizadas con la técnica que emplea habitualmente, no son más que otra prueba de ello; así como el conflicto entre su arte y el mensaje que quiere transmitir o entre cada una de nuestras vidas concretas y la vida como inabarcable. Todo, dice Cai, es generado por estas energías que fluyen rápidas… como la pólvora.