Una visión filosófica de lo paranormal
Hagamos el ensayo de ver lo llamado 'paranormal', esto es, los fenómenos paranormales, en el interior de la Filosofía, donde lo paranormal se ha de ver como parte de la realidad, de la totalidad de la realidad o Kosmos, y, por tanto, como algo que está integrado en un espacio de racionalidad. Vamos a decir qué se entiende por tal, y asimismo vamos a desarrollar las consecuencias que este planteamiento y concepción de la realidad tiene sobre la concepción (la visión sistemática bajo conceptos) de los fenómenos paranormales.
¿Se podría seguir manteniendo la concepción de lo paranormal como una realidad paralela, o incluso como una subparte de la realidad paralela a la parte cotidiana en la que se desenvuelve la vida? La respuesta ha de ser un rotundo no: es un absurdo y hasta se podría argumentar que aquellas concepciones conllevan y son producto y síntoma de una actitud neurótica, una que contraría el sentido íntimo y percepción instintiva que el ser humano y toda otra forma de vida tiene de la realidad en su carácter esencial. Así, tanto estas concepciones, como el sentimiento (de terror, de desencaje vital -podría decirse-) que podemos experimentar han de explicarse desde una disfunción de las capacidades representativas humanas: una quiebra ocasional.
Pues bien, esta integración en la realidad como un espacio de racionalidad ha de significar en el fondo que cada parte de la realidad (en la medida en que se pueda hablar en algún sentido de partes) está determinada por el resto de la realidad; o sea, la realidad puede definirse como "Kosmos", o totalidad y unidad de partes integradas en cuanto son capaces de relaciones de determinación, esto es, en tanto y solo en tanto vinculadas por determinación: la Realidad es y solo puede ser, un espacio de interdeterminaciones.
Como dice Bunge, uno de los principios (postulados) filosóficos, y por tanto, fundamentales, de la ciencia es el determinismo ontológico, o sea, el de que la realidad es un espacio de determinaciones, que además presentan un carácter legaliforme: las determinaciones tienen la forma de leyes. Una ley es un esquema de determinación y de variación, da la pauta y dirección inexorable al devenir, y este devenir no es sino el cambio en su curso necesario; el devenir es la concreción de la necesidad según las determinaciones, según la naturaleza de las cosas que conlleva; esta naturaleza encierra, el germen de todas las posibilidades de determinación y de aparición en el escenario de lo real efectivo, y, en definitiva, de devenir: en la naturaleza de las cosas está ínsita el potencial de devenir.
La Realidad, en su carácter esencial determinista y racional, como una unidad según orden y necesidad, es ya captada instintivamente desde el cuerpo orgánico; pues toda forma de vida tiene como propiedad esencial (si bien no la única) la de poder representarse la realidad, tanto el entorno con el que interactúa como a sí misma. Y parte fundamental de esta representación es la de captar en la intuición (ver, oir, tocar..) cada realidad singular como realidad según una creencia natural, un instinto -David Hume-, por el que no solo, por ejemplo, percibimos imágenes sino que tomamos estas imágenes como manifestaciones de algo real (p.e, al imagen de una silla como una silla, algo real externo espacio-temporal); sino que de modo igualmente instintivo, según un sentido que nos da la Naturaleza, sentimos la vinculación de todas las cosas entre sí, es decir, tenemos el sentimiento de todas las cosas como vinculadas y determinadas unas por otras, o sea, un sentimiento del carácter esencial de la realidad (de esta en su carácter esencial).
Esto es algo que debería reconocer cada uno en sí mismo por introspección: yo ahora, caminando y percibiendo este bosque y ribera del un río, ¿cómo siento-percibo este escenario? ¿Como un espacio donde cualquier cosa puede surgir en cualquier momento y bajo toda circunstancia, según un fortuitismo o principio de la magia -Mario Bunge-? La introspección nos dirá que no es ese el caso, sino que todas las cosas están vinculadas de modo esencial; nos revelaría la intuición religiosa de la totalidad, el sentimiento, que tenía de forma muy vívida el hombre primitivo -Cassirer-.
La creencia en lo paranormal
Así las cosas, si hay algo, un suceso, que se considera paranormal, ¿qué es lo que ocurre propiamente aquí?, ¿cómo explicar la creencia en lo paranormal?
Si hay un fenómeno que no sea una alucinación, donde la apariencia sea una intuición de una realidad externa, entonces el carácter paranormal que se le atribuyó se debe a un desconocimiento de sus causas (determinaciones) unido a una interpretación errónea de tal aparición (intuición), como si la luz, piedra, sonido o la cosa-realidad que fuese hubiera aparecido por un cauce paralelo al del curso cotidiano de la realidad, siendo la manifestación de una realidad paralela o bien una parte de la realidad desconocida y heterogénea de la parte a la que estamos acostumbrados.
Pues bien todo esto es un puro sinsentido, un absurdo e imposibilidad, si se quiere admitir ya una realidad paralela (ya un absurdo, pues la Realidad como espacio de determinaciones es la Totalidad-Kosmos, que lo contiene todo); o bien, es igualmente absurdo la existencia de una parte de la Realidad que escapa al carácter esencial y definitorio de esta (lo que la hace posible como tal, su condición de posibilidad misma), es decir, una parte que escapase al ámbito total de determinaciones, quizás presentándose como un dominio particular sui géneris de determinaciones; lo que es definitivamente un absurdo.
Algo intuído, un fenómeno que se aparece a los sentidos, por el hecho de ser un fenómeno de algo (no mera alucinación o imagen autogenerada), es la intuición o percepción sensible de algo, o sea, su percepción por medio de los sentidos que el cuerpo-organismo tiene de algo en cuanto está presente a estos sentidos y los afecta; y esto es el certificado de que ese algo es una realidad, o sea, una parte de la Realidad, que está sujeta a determinaciones por mucho que estas puedan desconocerse. Una luz y un sonido, o una piedra no pueden surgir de la nada, ni de una realidad paralela...
Explicación del terror
El sentimiento de terror que se puede producir ocasionalmente ante uno de estos fenómenos, no ha de ser sino el resultado de una interpretación fantástica de una intuición efectiva; es decir, un producto de la fantasía, que no es sino la facultad de la imaginación totalmente libre, no sujeta a condición y restricción alguna; de suerte que en un estado de disposición se coloca la intuición (el fenómeno) bajo el concepto más caprichoso y absurdo (sonido sin fuente física, movimiento sin fuerza motriz, etc.).
Pero esto revela una disfunción de la capacidad representativa del sujeto humano, en un estado de neurosis, donde el cuerpo deja ocasionalmente y por momentos de sentir el carácter de la Realidad, o bien este sentimiento es solapado y como anulado momentáneamente por un sentimiento con base en una fantasía.
La fantasía da lugar a a una representación heterogénea del fenómeno (de lo dado en sentido estricto), colocándolo en un ámbito distinto. El terror que se sigue de esta interpretación desbocada y fantasiosa, de una mente ya dispuesta y orientada a ese estado morboso de la imaginación, es el efecto afectivo sobre al mente que se ha salido de su quicio y función representativa natural y propia; y es así no solo el síntoma de este estado de alienación, sino que es el acicate que la ha de empujar a reestablecer su estado natural, orientación y función propia: su sentimiento-percepción propia y necesaria de la realidad, en cuanto parte viviente de la realidad.
El terror es la sensación que produce al interpretación fantasiosa de un fenómeno, que equivale a la suspensión de la percepción de la Realidad en su carácter fundamental: esto es lo que ocurre cuando se cree estar ante el fantasma de una persona muerta, ante una aparición en la mente que no es intuición pero tampoco alucinación...