Mucha gente admira a artistas como Warhol o Pollock sin realmente saber por qué, qué tienen sus obras o qué les hace tan importantes. Van al museo a ver sus obras porque saben que tienen que verlas, pero salen como han entrado.
No hay que dejarse guiar solo por la fama o el reconocimiento del artista. Un de Kooning no se convierte en algo que adorar por el simple hecho de haberlo escuchado en boca de expertos.
Se trata de hacerte sentir algo, de despertar en ti cualquier tipo de sensación.
Sentimiento antes que racionalismo
Porque sí, el Arte no ha de ser bonito, puede ser feo, puede ser horrible, y también puede ser precioso. Muchos valoran más una obra de Caravaggio que una de Liechtenstein, por ejemplo. Si hablamos de técnica, apreciamos una clara diferencia, pero no podemos dejarnos guiar simplemente porque uno represente la realidad más fielmente que otro.
Hay veces en las que es la provocación lo que conduce a un artista a crear su obra. Hay una intención de generar sentimientos contradictorios en el espectador.
En muchos casos esta provocación viene dada por el uso de elementos funcionales o ‘no artísticos’ o extrapolar ciertos conceptos de la vida cotidiana elevando su categoría a la de pieza de arte, como Jeff Koons con su serie de globos gigantes o Andy Warhol con las cajas Brillo.
Angélica Millán cuenta en uno de sus artículos cómo un joven coleccionista que acudió a ella para asesoramiento artístico se sentía indignado y enfadado después de ver en el Tate Museum en londres la pieza Nº 6 de Rothko, un lienzo bañado en negro, todo oscuro y vacío a la vez. Le dijo que debía considerar algo que se le había pasado por alto. ¿Cómo no iba a ser arte para él aquello que había despertado en su interior tal ira, tales preguntas y emociones que permanecían intactas aún habiendo pasado tiempo?
Habrá ocasiones en las que el arte nos genere rechazo, sobre todo en aquellas obras con un corte más abstracto como el ejemplo nombrado. Este rechazo no ha de ser confundido con la indiferencia. No todo el arte tiene que generarnos sentimientos positivos. Es igual de válido si el espectador se siente angustiado o intranquilo.
No hay nada que entender pero a la vez es una ventana abierta al entendimiento
Tendemos a comprender mejor una obra que muestre la realidad tal y como es porque no necesitamos preguntarnos nada. En cambio, el arte contemporáneo nos propone otro tipo de perspectiva, que es la de sentirse afectado con tan solo mirar el cuadro, sin saber su historia o por qué se hizo así. La verdadera cuestión es que ha de transmitir algo.
Hay que dejarse llevar por las melodías del arte, por sus texturas, por sus colores, por su caos y composiciones inexplicables. Lo importante y primordial es sentirte estremecido por la obra.
Y es que pocas veces el arte ofrece respuestas, pero siempre devuelve preguntas
Ya lo decía Gombrich en su tratado ‘Historia del Arte’: A mucha gente le gusta ver en los cuadros lo que también le gustaría ver en la realidad. Se trata de una preferencia perfectamente comprensible. A todos nos atrae lo bello en la naturaleza y agradecemos a los artistas que lo recojan en sus obras.