El pasado jueves 20 de Noviembre, falleciò a los 88 años de edad, Doña Cayetana Fitz - James Stuart, popularmente conocida como la Duquesa de Alba.

Hemos visto, en la mayoría de los medios de comunicación, reportajes interminables sobre la vida y la muerte de la Duquesa, ¡y lo que nos queda! Esa supuesta ceremonia "íntima" de la que los medios nos han hecho partícipes a todos los ciudadanos, tuvo lugar durante el día de ayer y no es, si no, una muestra más de opulencia y pomposidad, algo que resulta bochornoso en pleno siglo XXI. Sobretodo, en estos momentos de necesidad y alarma social que vive nuestro país.

Al morir, deja tras ella numerosos herederos, con sus respectivos títulos, que significan la continuidad de una estirpe aristocrática, que representa la España más rancia y retrógrada.

Como ha resaltado el periódico El Mundo, el hijo mayor de Doña Cayetana, heredará nada más y nada menos que 37 títulos, véase, 3 ducados, un condado-ducado, 16 marquesados, 16 condados y un vizcondado, ¡qué grandilocuencia!, aunque, si todavía nos pareciera poco, la Duquesa, ya había cedido en vida varios títulos entre su descendencia.

Al mismo tiempo, ayer viernes 21 de noviembre, mientras el Arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, pronunciaba las palabras "Noble por herencia, noble de corazón" refiriéndose a la señora difunta, otra anciana, de 85 años, que aún vive, era deshauciada de la que fue su vivienda durante 50 años, por avalar un préstamo de su hijo.

Carmen Martínez Ayuso, del barrio madrileño de Vallecas, apenas ocupó un mínimo espacio en las páginas de El País. Carmen, no sería noble por herencia, pero nadie se merece ese trato. Parece mentira, que en una sociedad democrática, en un país del llamado primer mundo, se den estas realidades, como si fueran dos caras de la misma moneda: Doña Cayetana y su pomposo funeral, y Doña Carmen, deshauciada y sin nada, al mismo tiempo.

Bien lo decía el activista y sindicalista del SAT, Diego Cañamero, en su artículo "Esa aristocracia insultante", que lo que no se dice, es que la Casa de Alba, ha sido y es responsable, del mantenimiento de la miseria y el subdesarrollo en Andalucía, en la que miles de jornaleros han sufrido y sufren las consecuencias de la acumulación de tierras cultivables en las manos de la nobleza en pleno siglo XXI.

La Casa de Alba, posee más de 34.000 hectáreas, por las cuales reciben sustanciosas primas procedentes de Europa, mientras los jornaleros andaluces sufren el desempleo y la miseria salarial.

Realmente, es insultante. La mayoría de los ciudadanos ya no toleramos estos alardes de superioridad, porque la vida de Doña Cayetana, con todos mis respetos, por muy noble que sea, no vale más que la de Carmen, la limpiadora de Vallecas, ni que la de los jornaleros andaluces que trabajan con mucho esfuerzo todas esas tierras que ahora se reparten los herederos de la Casa de Alba, tan alegremente, sin haber recogido una aceituna en toda su noble vida. Porque una evolución, no vendría mal.