La diferencia entre un profesional y un amateur suele estar sólo en lo que podríamos llamar suerte. A todo el mundo le gustaría trabajar en algo que le apasione. Cuando se da este caso encontramos gente a la que no le importa el tiempo que dedique a hacer su trabajo, y gente que a medida que avanza su carrera en esa disciplina, la que sea, mejora y crece en ella. A veces oímos como apasionados de su trabajo llegan a decir que pagarían por hacer lo que les da de comer; pero por muy sincera que sea esta afirmación, el trabajo siempre se ha de pagar, aunque esto le suponga un placer; que trabajar sea un calvario para la mayoría no penaliza quien trabaja a gusto.
La necesidad de comer cada día, nos obliga a conseguir que de una forma u otra tengamos que conseguir dinero para comprar. Si naces en una familia adinerada o con rentas esto no va a ser ningún problema, y puedes dedicar tu vida a lo que quieras. Pero la mayoría de nosotros hemos nacido en familias donde para vivir hemos de trabajar por un salario (o en su defecto facturar nuestro trabajo como autónomos). A todos nos gustaría trabajar de lo que nos gusta, aunque todos sabemos que es una quimera y normalmente se trabaja de lo que se puede. Muchos no se resignan y sacan tiempo de donde sea para conseguir satisfacer la necesidad de realizarse, o simplemente un día descubren que lo que realmente les gusta hacer es otra cosa, convirtiéndose en amateurs de esa actividad.
Tener oficio es lo que se llamaba antes ser un oficial. El oficio se aprende sea porque se ejerce, sea porque se siente un interés por él. La mayoría de amateur aprenden el oficio de su afición. Algunos consiguen con suerte, que éste acabe siendo su profesión, pero la mayoría lo hacen por amor al arte. Lo que les falta de horas se suple con interés pudiendo superar muchas veces en calidad a los verdaderos profesionales, sobretodo aquellos que están en el oficio sólo para poder conseguir unos ingresos.
Los Institutos de Secundaria están llenos de personajes que las circunstancias (y porque no decirlo meter ladrillos es más duro y peor pagado) han convertido en profesores. Estos son profesionales de la enseñanza pero lo hacen con desgana, y siempre hablan de lo malos que son sus alumnos; pero por ejemplo puedes ver en agrupaciones amateurs de astronomía a verdaderos maestros explicando de forma llana y con pasión suficiente temas a veces complicados; claramente los papeles están invertidos uno es profesional y el otro sabe su oficio aunque normalmente no lo ejerza.
Pero el peor capitulo es el experto. Podemos obviar esos expertos a dedo de la política que dicen trabajar para la administración, cuando sólo se dedican a cobrar un sueldo, y viendo el nivel de algunos de ellos peor sería que encima hicieran algo. Me refiero a gente que con una carrera (o no) contactos y mucha labia asesoran de lo que sea. Estos profesionales que hacen artículos, asisten a conferencias y dan consejos a cambio de una suculenta minuta. Un experto aporta experiencia, por lo menos es lo que su título anuncia. Desgraciadamente muchos currículos de expertos están trufados de cursillos y títulos pero de muy poca experiencia.
Estas tres figuras no son excluyentes entre sí, de hecho un buen profesional ha de conocer el oficio, de la misma forma que la experiencia se adquiere con la profesión.
Hay muchos profesionales que no tienen oficio de la misma forma que hay mucha gente con oficio que sólo lo ejercen de forma amateur. Pero algo que sí hemos de tener claro es que un experto por mucho oficio que tenga poca experiencia podrá aportar sin ser profesional, y siendo profesional sin oficio poco conocerá de este para asesorar; aunque realmente la mayoría de nuestros expertos sólo lo son porque tienen un diploma de master colgado en su despacho.