El mundo de las personas sordas es, por muy cercano que nos parezca, bastante desconocido. Hasta bien entrado el siglo pasado eran tratados como locos simplemente porque al hacerles preguntas no las respondían, ya que no las podían escuchar. Muchos eran recluidos en manicomios sin tener los síntomas reales de las personas que sí deben estar en ellos, pero ni la medicina ni los conocimientos habían avanzado tanto como para poder establecer que las personas sordas padecían de sordera y nada más (y nada menos) y que la locura era una enfermedad que ellos no padecían. Ni remotamente.
Este dato puede resultar extraño porque hoy ninguna persona puede concebir que tal cosa pudiera ocurrir. Y pasaba. Existen testimonios, sobre todo en Francia, de personas que sufrieron esa reclusión y que, entonces sí, creyeron volverse locas. Locas por su situación, que no merecían, locas por el tratamiento que recibían, que no les correspondía, y locas por el trato al que eran sometidas, que no era el que ellas esperaban, ni mucho menos.
El tiempo ha pasado y las pesonas sordas están más integradas dentro de la sociedad. Y por "más integradas" debe entenderse que no lo están del todo, aunque no lo parezca. No se las recluye en sanatorios, pero siguen estando muy aisladas, siguen siendo muy incomprendidas.
Para empezar, la sociedad tiene a todas por personas sordomudas. Se habla de "los sordomudos" como si todos ellos lo fueran. Claro que hay sordomudos. Y sordociegos. Y sordos, mudos y ciegos (¿Recordáis a Helen Keller, la niña protagonista de "El milagro de Ana Sullivan", por la que ganó el Oscar Anne Bancroft? Ella lo era, y su comunicación solo podía llevarse a cabo a través de vocabulario deletreado de manera táctil) Pero aquellos a los que se suele denominar sordomudos son solo sordos. Y se distinguen con mucha facilidad, ya que todos habremos escuchado a sordos emitiendo ruidos a la hora de comunicarse. Eso significa que pueden hablar, pero no saben modular su voz porque no la oyen. Si recordáis "Hijos de un Dios menor", la cinta que le dio el Oscar a la mejor actriz a Marlee Matlin, en ella la actriz interpretaba a la encargada de la limpieza del colegio para chicos sordos en el que daba clase William Hurt. ¿Clase de qué? De habla, de modulación a los chavales que no eran capaces de lograrla solos porque al ser sordos no oían su voz ni la de nadie.
Por lo tanto, ese denominar a todos los sordos sordomudos porque no hablan es algo que, por muy interiorizado que tengamos, es completamente incorrecto. Y a muchos les molesta horrores que se confunda su condición, entre otras cosas porque no es cierta. Pero es realmente dificil asumir en el habla cotidiana que los sordos no sean sordomudos, es algo que incluso cuando se comprende que no lo son, sale solo y se les sigue denominando así.
Pero no es el único error que se tiene al respecto de este sector de la población. Normalmente no se le da más importancia al hecho de que una persona sea sorda que la mera aceptación de que lo es, lo cual implica que la comunicación con ella va a ser mucho más complicada, si no casi inexistente. Pero para una persona sorda supone el más absoluto de los aislamientos en la sociedad. Sin un intérprete al lado pueden olvidarse de acceder a muchos servicios, e incluso a mucha información que a los oyentes les llega sin apenas esfuerzo. Ir al médico es una tarea que se antoja casi imposible sin una ayuda adicional que muchas veces no encuentran. Y quien dice ir al médico dice hacer cualquier otro tipo de gestión. Hasta viajar en el metro puede hacerse cuesta arriba cuando éste se detiene o se informa puntualmente por megafonía de algo de lo que ellos no pueden enterarse.
Ver la televisión es algo que se les ha hecho más llevadero gracias a los subtítulos que algunas ofrecen, pero no en todos los canales, no a todas horas y no en todos los programas. Las películas españolas o de habla hispana están, en su práctica totalidad, casi todas excluidas de su alcance, ya que en salas comerciales apenas llega a una al año el número de cintas que se estrenan con accesibilidad para ellos. Normalmente tienen que esperar a que el DVD o Blu Ray ofrezca los subtítulos en castellano que los cines no tuvieron, y muchas veces ni en los formatos domésticos se ofrece esta posiblidad.
La lengua de signos hasta muy mediados del siglo XX no fue considerada como lengua y pese a que ya lo es, no todos los sordos, por una u otra razón, saben comunicarse con ella. Unos porque su sordera no fue de nacimiento ni padecida desde pequeños, sino que fue algo que les ocurrió de forma natural con el paso de los años. Es muy dificil que entonces se propongan aprenderla. Los hay que, al ser sordos de nacimiento o ya de mayores sí la han aprendido, pero entonces su entorno no la conoce y tampoco pueden comunicarse por medio de las manos. Quienes sí la dominan tienen en su haber un lenguaje propio con el que poderse expresar y muchas veces podemos ver a sordos por la calle hablando esta lengua con una fluidez exquisita. Lo que se conoce como signar.
Intérpretes de lengua de signos hay también en los actos institcionales. Los distintos partidos políticos tienen en cada mitin, y los actos y comparecencias en el Congreso también cuentan con uno, que se van relevando cada 15 minutos por el cansancio que el movimiento de manos y brazos provoca. Son las ventanas que normalmente vemos en la parte inferior derecha de nuestra pantalla las que emiten la imagen del intérprete traduciendo lo que se dice para que el sordo pueda entenderlo. Pero muchos se quejan de que ésta es demasiado pequeña para que se puede seguir sin esfuerzo la comparecencia durante todo el tiempo que se prolonga. Ellos querrían ventanas completas, como las habituales a las que acceden los oyentes. Pero de esas casi no tienen. La 2, en España, ofrece "En lengua de signos", los sábados a las 11 de la mañana, un programa presentado por Paloma Soroa, licenciada en Fisioterapia que padece esta discapacidad. Un programa dedicado especialmente a las personas sordas, con un resumen de las noticias más importantes de la semana y reportajes sobre actividades destinadas a este colectivo.
Pero todos los avances que se puedan ir dando parece que llegan a cuentagotas para lo que de verdad las personas sordas necesitan. Su integración está en marcha, también con la ayuda de sistemas médicos avanzados, a través de la cirugía, como los implantes cocleares, compuestos de una parte que se sitúa dentro del cerebro y otra que se instala por fuera y que permite la audición o la mejora de ésta en las personas que los llevan, o gracias a los audífonos, pequeños aparatos que se colocan detrás de las orejas que permiten la regulación del volumen para que los sonidos puedan llegarles con mayor facilidad. Pero su integración no es fácil ni rápìda y muchos de los oyentes tienen que saber hasta qué punto nuestro mundo está alejado del suyo para que la concienciación de sus necesidades sea más efectiva.
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