En 1994 se habló mucho, y se escribió hasta secar los cartuchos de tinta, sobre el resurgimiento de John Travolta a manos de Quentin Tarantino cuando el director le dio el icónico papel de Vincent Vega en Pulp Fiction. Travolta había sido grande a finales de los años 70 con Fiebre del sábado noche y Grease, y en realidad no había dejado de serlo hasta la película de su mítico baile con Uma Thurman, porque Impacto, Perfect o Mira quién habla y sus secuelas lo mantuvieron en continuo contacto con el público. Pero Pulp Fiction fue un hito demasiado grande como para compararlo con estos.

A Jennifer Jason Leigh le ha ocurrido algo parecido: de ser una de las grandes musas del Cine independiente de los 90, habiendo trabajado con Robert Altman en Kansas City o Vidas cruzadas, David Cronemberg en eXistenZ, o Sam Mendes en Camino a la Perdición, ya en el nuevo siglo, Jennifer integró el reparto de la estupenda y poco vista Margot y la boda, o de Aquí y ahora, cuya repercusión fue más bien escasa. Hasta que Tarantino, ese pescador de estrellas en espera de brillar de nuevo, la ha rescatado para el éxito en Los odiosos ocho.

Jennifer Lawrence quiso hacerse con el papel de Daisy Domergue, pero esta mujer sometida a la voluntad del personaje interpretado por Kurt Russell, solo podía tener una dueña, y Quentin la quiso a ella.

Y tras verla no solo se comprende la elección, además no se habría entendido otra. Jennifer Jason Leigh es y será Daisy, como Uma Thurman es La Novia. El ojo de Tarantino para los repartos femeninos es admirable.

Poco puede contarse de Daisy Domergue que no estropee la sorpresa de ver avanzar a su personaje en medio del inhóspito paraje en que transcurre la película, pero lo que sí es permisible afirmar es que lo que esta chica hace y le pasa a lo largo de la misma es todo un espectáculo.

Con ella reímos y nos solidarizamos, y ante ella caemos rendidos porque su personaje es un bombón, el mejor de la cinta con diferencia, pero es que su interpretación, además, supera la escritura del director, un genio reconocido en el noble arte de obtener oro de intérpretes que de por sí son una mina.

Independientemente de que Los odiosos ocho funcione o no en taquilla, porque pese a ser de Tarantino no está tan claro que lo consiga, al tener alma de western y una duración cercana a las tres horas que puede disuadir a quien no desee pasar media tarde metido en el cine, la película ya se ha convertido en un film de culto en lo que al trabajo de Jennifer se refiere: candidaturas al Globo de Oro y al BAFTA ya dan cuenta de lo inolvidable que está siendo su composición más laureada en años y no transformarlas en premios traerá, en un futuro no muy lejano, el convencimiento de que fue un error que no los ganara.