Es todo un alarde de originalidad: el reloj del Congreso de Bolivia, de arquitectura neoclásica, tiene manecillas que giran hacia la izquierda y números que van del 12 al 1. No tiene números romanos, sino arábigos y no es un error, es algo que está muy meditado y que, según las autoridades, supone un símbolo del cambio político de la región. Sin embargo, no ha sido demasiado bien recibido y es objeto continuo de burla en las redes sociales y de críticas por parte de la oposición.


Las mismas autoridades insisten en que fue diseñado para enseñar a los habitantes de Bolivia a cuestionar las normas establecidas. Asimismo, añaden que se trata de una iniciativa para ser creativos, para revalorizar la propia cultura. El canciller, David Choquehuanca, afirmó que en el camino a recuperar la identidad del pueblo, y ya que están situados en el sur, qué mejor que hacer girar los relojes hacia la izquierda en vez de que sigan su tradicional sentido hacia la derecha. Fue el propio canciller el que animó a los bolivarianos a acoger con entusiasmo esta idea, que nació del presidente, Evo Morales, y que ratificó el vicepresidente, Álvaro García, quien contó que en una reunión al aire libre del gabinete, Choquehuanca había clavado un palo en el suelo y demostró que la sombra, allí, giraba hacia la izquierda. De hecho, su intención ahora es la de cambiar todos los relojes de las instituciones públicas por estos nuevos tan controvertidos.


La oposición, sin embargo, no ve con buenos ojos esta iniciativa, a la que ha calificado de atentado al Patrimonio. Afirma la diputada Norma Piérola que pretenden cambiar las leyes universales del tiempo como en su día quisieron hacer los jacobinos con el calendario gregoriano en la Revolución francesa.