Por los constantes obstáculos y tropiezos, el mercado laboral femenino parece una carrera atlética, y para muestra un botón: en países desarrollados, las mujeres ocupan menos de un tercio de los trabajos de “dirección intermedia y superior”; de ellas casi 5 de cada 100 logra escalar a un puesto de “directora general” en importantes empresas que cotizan en la bolsa. La brecha de género en países desarrollados la acentúan los empleadores y, aunque la mujer tenga mayor nivel de "capital humano" que el hombre (experiencia, instrucción), la penalizan salarialmente (le pagan menos), dificultan su promoción y sus contratos son discriminatorios.

Con respecto al salario medio, las mujeres ganan 20 por ciento menos que los hombres sin importar si se trata de un país desarrollado, en desarrollo o emergente (según una muestra de países), principalmente porque muchas ofrecen su trabajo con salarios bajos y las empresas no tienen interés por igualarlos. Estas cifras se encuentran en la publicación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) denominado: “Perspectivas Sociales del Empleo en el Mundo: tendencias para las Mujeres 2018” (PSEM o por sus siglas en inglés WESO), que brinda estadísticas del mercado laboral femenino (a partir de los 15 años de edad), lo compara con el masculino y lo entrelaza por segmentos de países de acuerdo a su situación económica, social y cultural.

Desde su inicio de este estudio que se dio a conocer este 8 de marzo Día Internacional de la Mujer, se aclara que: si bien en los últimos 20 años el mercado laboral dispone de cifras sin precedentes de “mujeres instruidas” y con mayor conciencia de género, también es cierto que las desigualdades entre géneros, el desempleo, el trabajo informal y la pobreza laboral, generan un fenómeno importante: las mujeres tienen menos acceso a un trabajo y cuando por fin lo tienen son las primeras en ser despedidas, a pesar de trabajar por muy poco dinero, y de no contar con contrato, seguridad social o convenios colectivos.

Entre los principales detonantes estructurales que dificultan el empleo femenino se encuentran: la discriminación por sexo, la discriminación cultural, los estereotipos de género, la clase social y económica, su origen étnico, la edad, etc. Se Indica que la comunidad mundial deberá resolver de manera urgente el reto de reducir las brechas de los géneros laborales, pues de no hacerlo, el daño será enorme para las sociedades, habrá menor desarrollo social y económico.

Además destaca que las actividades domésticas y de atención permanentes que deben desarrollar las mujeres, representan “exigencias abrumadoramente desiguales” con respecto a los hombres, lo que genera mayores diferencias en el mercado laboral "duradero", así como en las oportunidades de trabajo “disponibles para mujeres”, arraigándose cultural e institucionalmente patrones de discriminación ocupacional que limitan una y otra vez el derecho a un mejor trabajo.

La brecha entre hombres y mujeres

En 2018 la participación de las mujeres en el ámbito laboral es de 48,5 por ciento (casi un 30 por ciento menos que los hombres), y se prevé que en el periodo 2018-2021 sufra un retroceso. Si bien la brecha se reduce entre hombres y mujeres en países desarrollados y en desarrollo, en el caso de países emergentes la brecha se hace más grande, y muestra de ello son Asia Meridional, África del Norte y los Estados Árabes, donde debido a las reglas que conforma su cultura y las pautas restrictivas de género, las mujeres están muy limitadas para encontrar un empleo asalariado.

Al contrario, en Europa Meridional se prevé que en 2021 la brecha se reducirá gracias a que están muy cerca de alcanzar la igualdad en sexos: el acceso a la educación es muy cercano entre hombres y mujeres, las reglas sociales permiten el trabajo para ambos y, los trabajos pagados son menos exclusivos y aceptan a los dos sexos. Además, los gobiernos propician la participación femenina en el mercado laboral.

Desempleo

En 2018 el desempleo de las mujeres es del 6 por ciento, mientras que los hombres tienen sólo 0,8 por ciento y la proyección para 2021 es que continúe igual al menos en países desarrollados y emergentes. Por ejemplo en América del Norte y Europa Oriental las mujeres llegan a tener más trabajo que los hombres, se cree que esto es tanto por la paridad laboral y académica, como por el quiebre de sectores masculinos (crisis 2008) como la construcción.

Debido a las cifras negras de la desocupación es difícil contabilizar adecuadamente. En países emergentes como África del Norte y los Estados Árabes se considera que las mujeres padecen el doble del desocupación (con respecto a los hombres masculino) llegando a tener cifras entre el 16,3 y 19,5 por ciento.

Empleo Vulnerable

En el mundo (más) de 42 de cada 100 personas trabajan por su propia cuenta o en alguna empresa familiar, es decir 1,400 millones de trabajadores tienen un empleo informal, viven en la pobreza y sin protección social, por eso se les considera empleos vulnerables. En 2018 los países en desarrollo muestran que este tipo de trabajo se fija en un 76,4 por ciento del total de sus empleos, y en los países emergentes un 46,2 por ciento.

En cuánto a las mujeres, el estudio destaca que quienes “cooperan” en una empresa familiar han disminuido 4,6 por ciento, sin embargo las mujeres que trabajan por su cuenta han aumentado 1,8 por ciento. Debido a las cuestiones culturales las mujeres duplican las probabilidad de trabajar en familia: en 2018 los países en desarrollo mostraron que el empleo familiar en mujeres asciende a 42,3 por ciento, mientras que los hombres sólo es de 20,2 por ciento. Al contrario en países emergentes las trabajadoras familiares auxiliares han disminuido de 22,8 (2009) a 17 por ciento (2018), se presume que podría deberse a que decidieron trabajar por su propia cuenta.

Este estudio hace una generalidad: trabajar por tu propia cuenta no siempre implica mejores oportunidades de vida, y es poco probable que las trabajadoras den el paso necesario para ser empleadoras.

En el mundo las mujeres que logran contratar a otras personas sólo son 1.7 por ciento, cifra superada por los hombres que tienen un 4 por ciento.

Informalidad

El enorme riesgo de la informalidad no sólo es para las personas que deciden trabajar por cuenta propia o en empresa familiar, también lo es para trabajadores que pertenecen a empresas formales y caen en la informalidad. De hecho califica como un “exceso” la presencia de las mujeres en el sector informal de los países en desarrollo, donde representan una tercera parte del total de empleos informales; en cuánto a género, las mujeres superan en un 4,6 por ciento a los hombres (porque también se suma a las trabajadoras agrícolas).

Esta situación se agudiza (según datos disponibles) en el África Subsahariana, ahí casi una tercera parte de los países la proporción femenina que tiene un empleo no agrícola, pero informal, las féminas representan un 90 por ciento, y los hombres un 82 por ciento.

En países emergentes la cifra es de hombres 70 por ciento y mujeres 65 por ciento, respectivamente. A excepción de Bangladesh, Camboya y Viet Nam, en países emergentes de Asia y el Pacífico las cifras se invierten y las mujeres con empleos informales son menos que los hombres, aún así la tasa es alta 58 por ciento mujeres y 65 por ciento hombres.

Pobreza laboral

Trabajar mucho no siempre significa bienestar. Este informe de la OIT demuestra que 1 de cada 3 trabajadores en países en desarrollo y emergentes sobreviven con menos de 3,10 dólares diarios es decir (1 euro), esto implica vivir más abajo de la “pobreza moderada”. Entre estas personas las mujeres con salario más bajo va en aumento. Por ejemplo, en los Estados Árabes 13 por ciento de las mujeres trabajadoras tienen un salario menor al mencionado (los hombres son 22 por ciento).

En esta situación en África Subsahariana las mujeres son 63 por ciento (los hombres 59 por ciento).

Protección social: pensiones

Políticas empresariales de austeridad, y horarios de trabajo femeninos irregulares e interrumpidos, así como carreras breves, trabajo informal y vulnerable, son algunas de las causas que provocan diferencias al acceso de la protección social como la pensión, lo que crea un aumento creciente en las cifras de mujeres que viven muy pobres durante su vejez.

Por eso se sugiere: Se deben implementar medidas que compensen las desigualdades de género. Modificar los sistemas de pensiones para evitar que sean descontados los periodos no trabajados por cuidar de alguna persona.

Que las pensiones no contributivas sean suficientes para asegurar el ingreso en la vejez.

Soluciones y retos

En el documento de La Organización Internacional del Trabajo se enfatiza que es urgente la unión de países y grupos de gobiernos para que se implementen medidas firmes que logren generar empleos de calidad para las mujeres, así como reducir o eliminar los estereotipos y la discriminación, tanto en la educación (escolar y familiar) como en la capacitación en el trabajo. Hay ejemplos de que es posible trabajar en equipo (gobiernos, empleadores, trabajadores y representantes colectivos).y obtener avances en materia de: asistir a la familia, formalizar el trabajo informal femenino (doméstico), iniciativas (leyes) para terminar con la segregación por sexo.

También se busca implementar políticas de gobierno, de instituciones laborales, y en los mercados que le otorguen a las mujeres el poder para negociar su trabajo de manera particular o colectiva, así como establecer salarios mínimos de acuerdo a sus necesidades. Permitir licencia remunerada y su respectiva incorporación en un trabajo igual o equivalente. Equilibrar las actividades de la vida privada y laboral de la mujer; ampliar los servicios destinados a los niños y generar una red de apoyo en para atender las responsabilidades familiares, ya sea entre los mismos integrantes de la familia o con ayuda de la comunidad.

Hay mucho por hacer si se quiere un mercado laboral más inclusivo y justo, por ejemplo en países emergentes se requiere transformar el empleo informal al formal (el caso de las trabajadoras agrícolas).

La educación juega un papel predominante: matricular a más mujeres en la educación formal, e incluir en los planes de estudio programas empresariales.

Finalmente se indica que al adoptar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas se genera conciencia entre los líderes mundiales para conseguir empleos productivos, plenos, decentes, para todas las mujeres y los hombres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad