Escuchar al presidente Trump decir que es más correcto que el ex presidente Barack Obama, más inteligente, más astuto, más efectivo o más respetado, no es algo novedoso. La gente está acostumbrada a que el mandatario estadounidense lance una ola de ataques dirigidos a aquellas personas que puedan representar alguna amenaza para su gobierno.

El 45° presidente es, según su propia opinión, superlativo al 44° en casi todos los sentidos. En privado y en público, mientras diseña políticas y elabora mensajes en su cuenta Twitter, Trump frecuentemente hace comparaciones con su predecesor que lo favorece, y no permite que la verdad se inmiscuya.

Una de las últimas publicaciones del presidente deja claro que los ataques contra el ex presidente Obama continúan, como una especie de estrategia que utiliza para sobresalir. "He sido mucho más duro con Rusia que Obama, solo miro los hechos", tuiteó en la red social. Pero, los hechos sugieren lo contrario, ya que Trump ha dudado repetidamente de las conclusiones de sus propias agencias de inteligencia estadounidenses de que Rusia interfiriera en las elecciones y ha tratado de socavar la investigación del FBI sobre el asunto.

Trump tiene que demostrar que es superior

La compulsión de Trump por medirse con Obama refleja una necesidad innata de que lo identifiquen como superior a sus pares y de tener un oponente singular al que atacar.

Trump ha utilizado a Obama como un objeto para su campaña desde que entró en la escena política en 2011, cuando al ser una estrella televisiva de reality show comenzó a difundir la teoría conspirativa del birtherismo al promover una falsedad sobre el lugar de nacimiento de Obama.

La cruzada birther de Trump ayudó a alimentar su propio ascenso presidencial, mientras se paseaba la ola populista que desconfiaba de Obama.

La estrategia también lo pone nuevamente en modo campaña, un lugar donde el autodenominado "contrapuntador" se siente más cómodo, haciendo eco de las líneas de ataque que conmovieron a sus seguidores más fervientes.

Usa el ataque como estrategia

Al parecer el presidente Trump usa el ataque como estrategia para colocarse más arriba de sus competidores, minimizándolos en lo posible.

Pasa una parte considerable de su tiempo buscando los defectos y debilidades de aquellos que pueden medirse en su campo de trabajo, y los hace público.

Mientras que, con algunas excepciones, los presidentes generalmente son respetuosos con sus predecesores y detestan atacarlos o incluso hacer comparaciones poco amables. Obama se ha abstenido en gran medida de devolverle el golpe a Trump, aunque ha hecho pública sus diferencias, a veces bruscamente, en momentos que considera importantes para la nación.