El régimen, presidido fraudulentamente por Nicolás Maduro está acorralado, es por eso que en vez de elecciones usa la fuerza bruta y las armas y a unos súbditos para atacar a la población que en su mayoría lo rechaza y no se deja someter a pesar de las amenazas constantes.

Pero, ¿quién va ganando esta guerra?

Por un lado: nadie gana porque aparte de que ha habido un muerto por día de protesta, los venezolanos se están enfrentando como hienas los unos a los otros

Por otra parte: la Comunidad Internacional se ha venido pronunciando enérgicamente en contra de las prácticas nazistas del estado venezolano, lo que ha llegado al punto de que Estados Unidos acaba de congelar los bienes de 8 Magistrados de la Corte Suprema de Venezuela en ese país.

Por eso se podría decir que, apartando el lamentable fallecimiento de 50 jóvenes venezolanos, es la oposición mayoritaria, triste y contrariada por los acontecimientos, que ha ganada paso a paso espacios que necesitaba conquistar. Son esos miles de jóvenes que luchan frente a la barbaridad, los ciudadanos de diferentes edades, credos y razas quienes siguen en las calles luchando por su libertad, esa que no puede quitarles porque está escrita en una Constitución que ahora se quiere cambiar.

Los ganadores de esta guerra declarada por el régimen, donde sólo ellos tienen las armas, son la voluntad, la valentía, las ansias inmensas de salir de una pesadilla que lleva 18 años y que en los últimos 50 días se ha profundizado tratando de quebrantar la voluntad férrea de los venezolanos, quienes se niegan rotundamente a vivir en Comunismo.

No gana Nicolás Maduro cuando manda a llevarse por delante a un ser humano y matarlo, ni cuando tortura a un niño de 11 años o al dejar sin pasaporte a Henrique Capriles o a Cesar Miguel Rondón. Gana el militar que se subleva, la Fiscal que enfrenta al tirano y no renuncia y el pueblo que continúa en la calle a pesar del miedo.

Al final de cada jornada pierde la vida un joven con un gran porvenir por delante: un músico, un médico… un ser humano. Lo que no se sabe es quién gana o pierde cuando en el exterior, el hijo de un alto personero del régimen se da la gran vida con el dinero mal habido de su familiar o el emigrante que tuvo que salir escapando de la barbarie y lo señala delante del todo el mundo como cómplice de lo que sucede en Venezuela.

Después de 50 días de protestas, lo ideal es que gane la justicia, la esperanza y la razón para que un país millonario y con todo un arsenal de gente joven y buena, pueda resurgir de sus cenizas y volver a brillar.