venecia vive años de tensión y problemáticas sociales. Por un lado, la población estable baja de año en año. Por otro, el Turismo sigue desbocado, provocando problemas de ocupación, desgaste y contaminación. Pero, claro, al mismo tiempo es una fuente de ingresos que da de comer a muchos.
Controlar el flujo con una serie de tornos es la última propuesta activada
El tema del turismo es un arma de doble filo, en resumen. Así que, tras limitar el número de grandes cruceros, se ha propuesto una nueva idea por parte de la alcaldía: la colocación estratégica de 4 tornos vigilados por la policía.
De esta forma, se podría controlar el flujo de visitantes y mantener el turismo controlado.
El alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, es consciente de que no estamos ante la solución definitiva, pero sí en la buena dirección. Ha salido a defender el nuevo sistema de control, admitiendo futuras críticas y la oposición de quienes no vean el problema de la masificación.
También declara que la solución de los tornos no tiene por qué ser definitiva, sino activada cuando se esperan gran cantidad de visitas: festivos y temporada alta, por ejemplo.
Las críticas a la medida no se han hecho esperar
Con tornos y policía, las protestas contra la medida de control han hecho su aparición al poco tiempo. No ha pasado un día y algunos manifestantes han derribado uno de los tornos, varios grupos han salido a protestar a las calles y el grupo de extrema izquierda, Morion, ha publicado una nota contra el alcalde y la decisión del control numérico.
En ella, sacan a relucir los temas que, según ellos, sí interesan a la población, lejos de la afluencia masiva de turistas. Así, hablan de la despoblación, de la dificultad para adquirir casas para nuevos vecinos y de que, a este paso, Venecia tiene todas las papeletas de convertirse en un parque de atracciones.
Los puntos controvertidos son parte de la realidad veneciana, pero poco ayudan estas declaraciones si no ven la otra parte.
Las noticias dejan entrever un choque de ideologías, tirando cada quien para su lado y convirtiendo una idea efectiva de control en polémica.
De hecho, el control de visitantes no es algo tan extraño. Otros lugares, como la Playa de las Catedrales, en Lugo, el templo de Debod, en Madrid (cuando se abre al público), o las Cuevas de Altamira, por poner ejemplos españoles, siguen una estricta regulación de visitas, permitiendo la conservación y mejor gestión de los bienes naturales y turísticos.