A menos de una semana del partido más importante de la temporada, en el Real Madrid siguen sin sofocar las llamas. Tras la victoria en la ida ante el París Saint Germain, la imagen del equipo ante el Betis y el Alavés había devuelto el optimismo al seno del conjunto blanco. Los delanteros volvían a ver puerta con facilidad y la afición se había vuelto a ilusionar.
Sin embargo, tras dar dos pasos hacia el frente, este martes se volvieron a destapar las carencias. Fue ante el Real Club Deportivo Espanyol, en el estadio de Cornellá-El Prat. Se volvió a ver a un equipo sin alma, vacío, que no mostraba ningún tipo de reacción ante los estímulos.
Un Madrid sin corazón, sin ese ADN que les hace siempre peligrosos, independientemente del estado físico o mental. Un Madrid que ni siquiera gozó de ocasiones claras de gol, más allá de un tímido remate de Bale y una jugada en la que el propio galés pidió penalti por manos de Víctor Sánchez.
Un problema llamado Isco
Por más que uno intenta buscar una explicación, lo de Isco Alarcón es muy difícil de encontrarle un sentido. Un jugador top, con una calidad absolutamente privilegiada, que por unas cosas o por otras no termina de asentarse. Sus torpezas en redes sociales cuando el equipo pierde, sus constantes salidas nocturnas o sus salidas de tono, son más constantes que las muestras de calidad sobre el césped.
El malagueño es capaz de lo mejor y de lo peor. En Cornellá-El Prat no tuvo ni mucho menos su noche. Estuvo lento, sin rastro de esa magia que le caracteriza, sin sacrificarse lo más mínimo en tareas defensivas e incluso fallón con el balón. Ralentizó una y otra vez el juego del Madrid, hasta el punto de convertirse en el primer cambio de Zidane.
Corría el minuto sesenta de partido y el técnico francés decidió dar entrada a Karim Benzemà en detrimento de ex del Málaga. Con el empate a 0 en el marcador, Isco se retiró del campo caminando despacio y con cara de muy pocos amigos. Como si el resultado del equipo no importase. O como si fuesen ganando por goleada.
Sergio Ramos explotó
Si hay una persona dentro del Real Madrid que siente como ninguno la camiseta y que no tolera los desplantes y la falta de actitud, ese es el capitán, Sergio Ramos. Por exigencias del guión -estaba sancionado el pasado fin de semana- le tocó jugar en Cornellá-El Prat. Fue testigo de un partido horrible del equipo, sin ritmo, sin crear peligro.
Tanto es así que a falta de cinco minutos, el de Camas le pidió a Zidane irse arriba. De delantero, a lo loco. Para intentar marcar un gol que les permitiese llevarse a Madrid los tres puntos. Pero no sólo no fue posible, sino que observó impotente como Gerard Moreno marcaba en el minuto 93.
Ramos tenía tanta rabia contenida que al llegar al vestuario explotó.
Según una información del programa El Chiringuito, el capitán tuvo una acalorada discusión con Isco Alarcón. Ramos le recriminó su actitud al ser sustituido, dejando claro que el equipo está por encima de cualquier jugador. Más gasolina a un incendio que está más vivo que nunca a menos de una semana de visitar París.