"Si la alicántara viera, hombre no hubiera que al campo saliera". Esta frase aún pervive en las historias que se cuentan al calor de la hoguera en tierras de Jaén. Así la pronuncian sin tapujos los más mayores a las nuevas generaciones. Y no es para menos. Porque, no hace mucho tiempo, antes de que la "modernidad" se asentara en Andalucía, en sus rincones más recónditos una criatura mítica asustaba solo con ser mencionada: el alicante, alicántara o saetón.

La mítica y temible serpiente pervive en el folklore andaluz

Los relatos sobre este personaje mítico se encuentra muy extendido por todo Andalucía y zonas de Badajoz.

Así lo recoge José Gilabert, que describe a esta bestia como "una feroz culebra, grande, gruesa, de cabeza abultada, muy fuerte y mortalmente venenosa". De este ser se decía que podía volar y que era capaz de despertar pavor tanto en humanos como en animales domésticos. Y si no que se lo comenten a un zagal que cruzaba Sierra Morena junto a su caballo que, según la leyenda, se topó con la serpiente monstruosa en plenos años 60, como asegura José Manuel Morales.

Entre las facultades que se atribuían al saetón era la capacidad de hipnotizar con la mirada para después devorar a sus víctimas. También imitaba el sonido de las aves para confundir a los cazadores. Según cuenta la tradición de tierras granadinas, la única manera de dar muerte a la alicántara sería cortándole su prominente cabeza.

Sin embargo, jamás habría que tirar su cadáver a un río o lago, pues en el agua podría revivir.

Puede tratarse de una reminiscencia del dios Airón

Que el alicante pueda resucitar en el medio acuático es un elemento relevante. Lo es porque esta criatura fantástica, con este detalle, tendría grandes similitudes con un dios prerromano que estaba muy extendido en toda la Península Ibérica y, cómo no, también en Andalucía.

Se trata del dios Airón, una deidad que casualmente era representado como una serpiente y que habitaba en arroyos, pozos y lagunas.

Airón sería una divinidad dualista, es decir, que tiene doble funcionalidad. Por un lado, es el numen de la vida, ya que no hay nada más vital que el agua donde habitaría. Sin embargo, también lo era del inframundo, ya que las aguas donde moraba provenían del subsuelo, lo que luego fue conocido como el Infierno.

Lo llamativo de este culto prerromano al dios Airón estaba tan asentado que con la romanización no pudo desaparecer. Quizá, las historias del saetón pueden ser viejas reminiscencias de este ser que bien pudo ser tildado como pagano, como algo que demonizar.

El miedo atávico a la serpiente desde un prisma mágico

Lo que sí queda claro es que la presencia en el folklore andaluz de esta serpiente monstruosa tiene que ver directamente con ese temor irracional a este reptil desde tiempos inmemoriales. En los lugares más inhóspitos aún perdura el miedo a la víbora hocicuda, que se encuentran en los campos españoles. Su mirada prominente, su agilidad para conseguir alimento y sus desafiantes colmillos aún imponen a quienes se han topado con ella. Ese pánico atávico, casi arcaico, puede haber convertido el miedo a un animal en el horror que infunde una bestia feroz y terrorífica.