Era 1838. La goleta Beatrice navegaba por las aguas del Mediterráneo, rumbo a Inglaterra. Este periplo no tendría importancia si no fuera porque el buque transportaba un tesoro arqueológico cuyo valor se perdía en el Antiguo Egipto. Se trataba del mítico sarcófago del faraón Menkaura, más conocido por Micerinos, que había sido extraído de las Pirámides.

Sin embargo, Beatrice se hundió y con ella todos sus tesoros, cerca de las costas de Cartagena. El sarcófago de Micerinos, cuyo destino era el Museo Británico de Londres, se perdió en las profundidades cuando surcaba aguas españolas.

El misterioso sarcófago egipcio que apareció en Tarragona

La relación del sarcófago de Micerinos con España es conocida y tiene su explicación. Sin embargo, hay casos que llaman la atención por lo sorprendente de su hallazgo y por los interrogantes que creó en su día. En especial, un supuesto enterramiento de origen egipcio que apareció en tierras catalanas.

El 9 de marzo de 1850, mientras se estaba construyendo un nuevo puerto en los alrededores de Tarragona, los obreros se quedaron atónitos al desenterrar una extraña pieza arqueológica. Al principio se creyó que era un vestigio de la histórica Tarraco, uno de los enclaves más destacados de la Hispania romana. Pero el hallazgo tomó mayor relevancia cuando el arqueólogo Buenaventura Hernández Sanahuja mandó un informe a la Real Academia de la Historia, que todavía se encontraba en pañales.

El informe de Hernández Sanahuja contenía afirmaciones soprendentes que harían temblar los cimientos de la Historia. Decía que aquello eran restos de un sarcófago egipcio y conjeturaba con que "el espacio contenía una momia o cadáver perteneciente a algún caudillo o jefe de aquella gente, un Hércules de aquellos tiempos remotos".

Añadía que entre lo encontrado en Tarragona se conservaban restos de la tela con la que los egipcios cubrían los cadáveres.

Hasta que no se demostró el fraude, se pensó en una colonia egipcia en España

El revuelo estaba montado. La comunidad académica española comenzó a vislumbrar un posible pasado de la civilización egipcia en España.

Siguieron apareciendo vestigios durante tres años, en los que Hernández Sanahuja seguía defendiendo que pertenecían a los mismos que levantaron las Pirámides.

La sorpresa no acabó hasta que llegaron noticias a expertos internacionales, que analizaron las piezas arqueológicas. Su conclusión acabó con toda la polémica: no se trataba de un sarcófago egipcio, sino de una burda falsificación. El dictamen de expertos internacionales cayó como una losa y se intentó olvidar aquella historia, aunque a día de hoy, el Museo Arqueológico de Madrid aún conserva algunos de estos fragmentos que hicieron soñar con una posible colonia egipcia en la Península Ibérica.