Todos recuerdan a Diocleciano como uno de los emperadores romanos que con más fiereza persiguió a los cristianos. Sin embargo, su vida está llena de curiosidades, como la de sus insólitas labores una vez dejada la política.

Dejó la política para crear un huerto de coles

Diocleciano nació en lo que hoy conocemos como Split (Croacia), en la Dalmacia romana. Y tras 40 años de regir el Imperio romano, decidió volver a su tierra natal para vivir una vejez tranquila, alejada de temas políticos asociadas con el gobierno de una de las grandes civilizaciones de la Historia.

De pronto, pasó de ser considerado como un dios con vida a una persona normal y corriente de aquella época. De alguna forma "abdicó" en el año 305 en Maximiano para recordar aquellos tiempos en los que era un joven perteneciente a una familia de bajo estatus social. Tal fue así que en su palacio que se construyó en Split, Diocleciano tenía como especial distracción un huerto que se había montado en sus propiedades, donde destacaba la plantación de coles. En un mensaje a Maximiano, el ex-emperador romano decía en una misiva algo así como "si pudieras ver mis coles, sabrías por qué tomé esta decisión" (la de abandonar su cargo político).

Las persecuciones de Diocleciano a los cristianos

Pero si hay algo que realmente se recuerda de este emperador de Roma fue la persecución a los cristianos.

Fue la más sangrienta y a pesar de que fue la última, es conocida como la "Gran Persecución". La tetrarquía en la que se encontraba Diocleciano emitió una serie de edictos en los cuales se eliminan todo derecho a los cristianos y no se dudaba en ejecutar a todo aquel que no cumpliera con las obligaciones religiosas que existían en el Imperio.

La persecución fue más dura en la zona oriental y gran parte de las Historias de santos que fueron martirizados provienen de esta etapa concreta del mandato de Diocleciano. Sin embargo, si se compara con otras, el resultado de los edictos fueron un rotundo fracaso, ya que los cristianos seguían aumentando en número a pasos agigantados.

Esta expansión, lejos de finalizar, siguió en auge hasta que se permitió la libertad de culto hasta convertirse en la religión oficial del Imperio.

Diocleciano falleció el 24 de diciembre del año 311, sin preocuparse de asuntos de Estado que conducían a un inevitable colapso, solo de sus jardines palaciegos y sus hortalizas. Que hubiera sido de la Historia, si se hubiera dedicado desde un principio a la vida rural...