En la evolución de la humanidad, el desarrollo de las cuerdas vocales y el surgimiento de la escritura como medio de transmisión de ideas, fueron grandes pasos. El lenguaje surgió como medio de comunicación, y aunque no el único (y en ocasiones tampoco el más efectivo), ha sido el más extendido en su uso para que hombres y mujeres intercambien información.

La lengua, en cualquiera de sus variantes/idiomas, sufre constantes cambios dados por la práctica. Algunos estudiosos declaran que es un organismo vivo, que nació, cambia y evoluciona de acuerdo al uso que dan los hablantes a las formas y estructuras, a las palabras.

Los estudiosos y academias crearon las normas y modos correctos de usar la lengua, construcción de frases y ortografía de palabras en cada idioma. Pero existen algunas aplicaciones ambiguas, con las cuales se podría ser más exactos a la hora de colocarlos en una oración. En la lengua española, por ejemplo, esto sucede con tres palabras, de uso bastante común. Son particularmente aborigen, hindú e indio.

Las definiciones dadas por el Diccionario de la Real Academia Española para estos términos son:

  • Aborigen: “1. originario del suelo en que vive; 2. Habitante de un lugar, por contraposición al establecido posteriormente en él”.
  • Indio: “1. Natural de la India, país de Asia; 4. perteneciente o relativo a los indios de América”.
  • Hindú: “1. hinduista, aplicado a persona, usado también como sustantivo; 2. natural de Indostán, región de Asia”.

¿Por qué pueden tener otro sentido?

Con indio la cuestión se remonta a la llegada de Colón a tierras americanas, buscando una ruta alternativa de comercio con las Indias Orientales, que pensó encontrar en octubre de 1492.

Por ello llamó indios a los habitantes de estas tierras, cuando realmente debieron ser llamados aborígenes o indígenas, vocablo designado para nombrar a los moradores endémicos y primarios de un lugar.

Aborigen, o indígena, en el más amplio sentido, nombran a los primeros pobladores de una zona cualquiera del mundo. Los aborígenes americanos, por ejemplo, se dividían en varias tribus; tal como hoy existen nacionalidades, en la época precolombina cohabitaban varios pueblos.

Podemos citar a mayas, incas y aztecas entre los más conocidos. En Cuba Colón encontró a taínos y siboneyes.

Por otro lado, aunque muchos consideran correcto el uso de hindú para referirse a absolutamente todas las personas que habitan en la India, es exacto cuando se refiere a personas que practican el hinduismo, una de las religiones más extendidas en el país.

Esta es la causa probable de la confusión: no todos los que viven en la India la practican.

Hay otra circunstancia que puede originar imprecisión: el término que concretó el gentilicio proviene de la palabra francesa hindou, pero hindú era la manera en que los persas llamaban al río Sindhu, que antiguamente era la frontera de Indostán.

Entonces sería más cabal llamar aborígenes a los conocidos por Colón en su primer viaje de descubrimiento, o aquellos primeros habitantes de una región; indios a los habitantes de la República de la India, país del continente asiático; e hindúes a aquellos que practican el hinduismo, religión que comparte escenario con una amplia gama de creencias en ese país.

Pero el lenguaje es muy amplio y variado. La extensión de un término acaba dando el significado de uso y muchas palabras han cambiado su sentido inicial o lógico, para convertirse en pequeñas lagunas con las que divertirse a veces.