Según el mito, los vampiros o chupadores de sangre son entes demoníacos con aspecto humano. Duermen durante el día en un ataúd y utilizan sus colmillos perfectamente diseñados para saciar su sed de sangre, se trata de individuos despiadados que solo pueden salir de noche, ya que los rayos del sol son mortales para ellos. La única forma de lidiar con ellos es atravesando su corazón con una estaca y para ahuyentarlos son necesarios los ajos. A diferencia de los vampiros modernos, estas criaturas del demonio no son para nada adorables y todos sus actos están destinados a complacer a Satanás.

No todos los casos de vampirismo son verdaderos, en realidad los poderes mágicos y sobrenaturales que se les atribuye a estos seres son difíciles de creer. Aun así, en la antología vampírica a lo largo de la historia, se han registrado casos de vampiros reales. Personas de carne y hueso que han llevado más allá su veneración excesiva a la sangre humana.

Jure Grando, el primer vampiro

La anecdótica historia de este vampiro es muy particular, ya que falleció en 1656 en Istria (Croacia) y es a partir de entonces cuando empieza todo. De hecho, se le considera el primer vampiro europeo. Las documentaciones de la época relatan que este hombre se aparecía por las noches para golpear las puertas de sus vecinos y a la mañana siguiente uno de los integrantes había fallecido repentinamente.

Incluso citan que también visitaba a su viuda al caer el sol, la hipnotizaba para que durmiera profundamente y seguidamente le succionaba la sangre del cuello. Todo el pueblo quiso tomar represalias, creían que Jure Grando había resucitado y era el causante de todo el revuelo. Así que decidieron abrir su tumba y cortarle la cabeza.

Los presentes en la escena testificaron que pequeñas lágrimas brotaban de los ojos del moribundo, momentos antes de darle por segunda vez sepultura.

Elizabeth Báthory, la condesa sangrienta

El mote de esta vampiresa lo dice todo a pesar de tratarse de una mujer de clase alta, gobernadora de Eslovaquia en 1610. Ayudada por tres de sus súbditos, raptaba chicas jóvenes para beber su sangre y bañarse en ella, con la creencia de que así se mantendría inmaculada y no envejecería.

La justicia de la época tomó cartas en el asunto después de recibir masivas denuncias sobre desaparecidas. Sus tres siervos fueron condenados a la hoguera y ella se encerró en su castillo para morir el 21 de agosto de 1614. Se estima que a esta sanguinaria condesa se le atribuyan más de 650 víctimas.

Vlad Tepes, el empalador

El más sanguinario de todos ellos. Se le recuerda cada vez que se menciona la obra de Bram Stocker “Drácula”, ya que se cree que el escritor se basó en él para crear su personaje, pionero del género vampírico. También conocido como Vlad III, príncipe de Valaquia (Rumanía) y de alta cuna. A diferencia de los demás, este otro vampiro era militar, luchador en la época de la liberación rumana.

Se estima que este vil luchador, fue el culpable de las muertes de más de 100.000 personas, más o menos un 20% de la población. Como su sobrenombre bien indica, sus métodos de tortura superaban con creces todas las expectativas. Aunque no se sabe con certeza si asimismo bebía sangre humana, está claro que se lleva el premio al vampiro más cruel. La más famosa de todas sus prácticas consistía en el empalamiento. De ahí su célebre mote del Empalador.

Hoy en día, la imagen que tiene la sociedad sobre los vampiros es más bien lo contrario a lo que se cita anteriormente. Las historias de amor entre humanos y chupadores de sangre en la ficción ha hecho que los miremos con otros ojos. ¿Eres de la nueva era o prefieres a los vampiros de antaño?