En 1883 se vivían tiempos convulsos. La Restauración borbónica en España no había acabado con los problemas políticos y sociales que vivía el país. La influencia del político Cánovas del Castillo y la llegada de Alfonso XII no fueron suficientes para acabar con el auge de las ideas republicanas, muy asentadas en aquella época en ciertos sectores militares.

El creciente republicanismo militar tuvo su esplendor en la agrupación política Asociación Republicana Militar (ARM), cuyo líder era Manuel Ruiz Zorrilla y que actuaba de forma clandestina para derrocar a Alfonso XII.

Esta formación llegó a contar con 7.000 miembros y en 1883 decidieron poner a prueba sus intenciones de instaurar nuevamente la República en España a través de insurrecciones militares en diversos puntos del país.

La insurrección estaba planeada para el día 5 de agosto de 1883, pero se aplazó para cuatro días más tarde, donde solo comenzó en Badajoz. A pesar de que se cumplieron las órdenes, la revuelta militar republicana fracasó en Badajoz y dio pie a que el Gobierno conociera los planes de la ARM.

No obstante, el fracaso en tierras extremeñas poco importó y otra guarnición se sublevó en la Seo de Urgell, provincia de Lérida. Al frente de los sublevados se encontraba Francisco Fontcuberta Vila, un teniente coronel con aficiones curiosas que dejó plasmadas durante este intento de insurrección militar.

Como dice Carlos Fisas en su obra Historias de la Historia, Fontcuberta se dedicaba al espiritismo y cuando recibió la noticia del fracaso del levantamiento en Badajoz, tomó una curiosa decisión: invocar al espíritu del general Prim.

Prim había sido un prestigioso militar y político antes de ser asesinado en Madrid; además era idolatrado por los miembros de la ARMA, pues su líder Ruiz Zorrilla había compartido gobierno con él.

Fue por esto que el teniente coronel Fontcuberta decidió evocar a su espíritu para saber si iba a correr la misma suerte en la Seo de Urgell que los militares republicanos de Badagoz. Según sigue contando Carlos Fisas, el fantasma de Prim no solo apareció sino que aconsejó seguir adelante con el plan, prometiéndole el triunfo.

Sin embargo, el espíritu de Prim tuvo que equivocarse, ya que el teniente coronel Fontcuberta no logró hacerse con la plaza de Seo de Urgell y los conjurados tuvieron que huir a Andorra y Perpiñán, donde rindieron las armas a la espera de un indulto que llegaría tiempo después.

La Asociación Republicana Militar continuó sus conspiraciones hasta que fracasó nuevamente en un intento de sublevación en Madrid el 19 de septiembre de 1886. Su cese definitivo llegó en el año 1889 y dejó en la memoria anécdotas curiosas como la de Francisco Fontcuberta, que decidió acudir a fuerzas sobrenaturales para lograr sus objetivos militares sin tener los pies puestos en la tierra.