La institución del dinero es omnipresente. Factor imprescindible en la Economía, damos por sentada su existencia como algo intrínseco en las relaciones humanas. Sin embargo, no siempre fue así, y desde distintas escuelas de pensamiento se ha teorizado sobre su origen. Una de ellas es la tradición austríaca, y uno de sus máximos exponentes es Carl Menger (1840-1921), quien explora este tema en su libro El origen del dinero. A continuación resumiré los puntos principales de su tesis.

Previo al dinero

Antes del cambio indirecto, el sistema era de cambio directo o trueque.

Esto suponía problemas obvios: en primer lugar, los intercambios se restringían a aquellas ocasiones en las que se diera una doble coincidencia de necesidades: encontrar a alguien que ofrezca lo que te interesa y que a su vez esté interesado en lo que ya posees.

En segundo, la falta de homogeneidad: si intercambias (por ejemplo) una vaca a cambio de diez gallinas, las gallinas raramente se encontrarán todas en las mismas condiciones vitales; una de ellas puede ser más vieja que las demás, o padecer de alguna enfermedad. Además (siguiendo con el ejemplo), tener que transportar todos los animales hasta el punto de intercambio supone una gran cantidad de tiempo y esfuerzo.

Otro defecto de este sistema era la poca permanencia en el tiempo de los depósitos de valor.

Animales o bienes de consumo tienden a degradarse con demasiada rapidez, dificultando costumbres como el ahorro o la inversión a largo plazo.

La formación progresiva de la institución

Según la teoría, algunas personas van descubriendo que la mejor manera de conseguir lo que buscan es intercambiar primero sus mercancías por otras más vendibles, más líquidas, es decir: aquellas que son objeto de intercambio más a menudo, que cambian de manos con más frecuencia.

Esto ha variado según la circunstancia histórica. En el Antiguo Egipto, esta proto-moneda eran el trigo y los cereales; en Mesopotamia, las cabezas de ganado; en la cultura azteca, los granos de cacao, etc. Por ejemplo, un carpintero que ofreciera sus servicios en el Antiguo Egipto podía ser pagado en unidades de trigo, no destinadas al consumo a sabiendas de que en un futuro próximo ese trigo podría ser intercambiado por otros bienes o servicios que el carpintero más necesitara.

Poco a poco se confluyó en una sola referencia: el oro.

Con el paso del tiempo se generaliza esta práctica, a raíz de su éxito (pues simplificaba y agilizaba los trámites), con lo que la demanda de esos bienes como medios de intercambio aumenta, pujando con su valor como bienes de consumo. En la medida en que esta demanda como medio de intercambio se solapa y eclipsa a la demanda como bien de consumo, podemos empezar a hablar de dinero. Esto nos permite pasar paulatinamente del autoconsumo al ahorro, creando nuevas costumbres, formas de entender la vida y, en definitiva, una mutación de la cultura.

Un ejemplo: un profesor no puede ir intercambiando clases por comida, bebida, ropa, etc. En su lugar, es más eficiente que le paguen esas lecciones en forma de unidades monetarias (medio indirecto), para posteriormente adquirir los bienes que necesita o desea.

Conclusión

De las teorías de Menger podemos concluir que el dinero resulta de un proceso espontáneo y evolutivo, impulsado por la acción diaria de las personas, quienes buscaban una forma de satisfacer sus intereses con mayor eficacia. No fue, pues, resultado de un consenso; ningún grupo de personas se reunió para debatir los inconvenientes del trueque e idear un sistema mejor (que, además, todos aceptarían).

Quedar por esperar a ver cuál será el futuro desarrollo de esta importante institución.