El profesor de la Universidad de Portsmouth, John McGeehan, estima que el hallazgo de los científicos japoneses es "relevante" para acabar con los bancos de residuos de plásticos que se extienden en todo el planeta.

John McGeehan, que sostiene estos argumentos en una entrevista en CNN, recalca que este descubrimiento de los científicos nipones podría ser el punto de partida para desarrollar nuevos procesos de reciclaje de los objetos hechos con este material para conseguir que sean sostenibles y respetuosos con el medio ambiente.

Recordamos que un equipo de científicos japoneses en un estudio demostró que la bacteria Ideonella sakaiensis 201-F6 puede descomponer uno de los plásticos más utilizados en el mundo conocido como tereftalato de polietileno (PET).

Este equipo de investigación halló una colonia de organismos que usan el plástico como principal fuente de alimento; además descubrieron que esta bacteria degrada el plástico de baja calidad casi, completamente, en seis semanas.

Este descubrimiento, publicado en la revista Science, sería la solución para poder dinamitar una cifra que supera los cincuenta millones de toneladas de este material que se almacena cada año en el ecosistema de la Tierra. El PET se encuentra en prendas elaboradas con poliéster o en el empaquetado de medicamentos y, lamentablemente, este material destaca por su elevada resistencia en procesos de biodegradación.

Muestras contaminadas

Los científicos del Instituto de Tecnología de Kyoto y la Universidad de Keio para desarrollar su investigación trabajaron con 250 muestras de material contaminado con PET.

Entre las muestras se hallaban sedimientos e, incluso, agua residual de un centro de reciclaje de botellas de plástico.

Los investigadores de la universidad japonesa constataron que solo una de las especies de bacterias que estaban incluidas en la prueba fue responsable de la degradación del plástico. Sin embargo, constataron, en otras pruebas científicas, que para descomponer el citado plástico se necesitan dos enzimas.

Proceso

Las bacterias usadas en la prueba científica segregaron una enzima con la finalidad de desarrollar un producto químico intermedio. Ese producto fue recogido por la célula donde otra enzima lo degradó para que la bacteria pudiera disponer del suficiente carbono y energía para crecer, según la revista científica Sciencie.