Cuando esta paleoantropóloga e investigadora del arte rupestre presentó sus conclusiones acerca de ciertos signos prehistóricos la polémica quedó servida. Tras medio centenar de cuevas investigadas en Portugal, España, Francia y Sicilia, recopiló 32 signos gráficos que se repetían continuamente y en diferentes lugares. Esto le llevó a pensar en una intencionalidad compartida, lejos de la mera casualidad.

El amanecer del pensamiento abstracto y la comunicación fijada

Una de las claves de la permanencia de la especie humana es su capacidad de comunicarse.

La comunicación conoce muchos sistemas y formas, desde las gestuales a las escritas. Esta fijación, la escrita, permite que los mensajes se transmitan en el tiempo, creando cultura, fijando la historia. Por eso, impresiona lanzarse al descubrimiento de los orígenes de la escritura.

Aunque hablemos de lenguaje escrito y alfabetos a partir de los documentos sumerios, egipcios y chinos, es en la prehistoria donde están las bases de todo el edificio actual de las lenguas. Genevieve, en una charla sobre sus descubrimientos, usó la conocida comparación “subirse a hombros de gigantes”. Para ella, aquellos artistas prehistóricos no tenían hombros anteriores a los que poder subirse, sino que ellos mismo estaban poniendo los suyos como base.

En ese sentido, uno no puede menos que estremecerse ante la idea del primer hombre realizando el primer trazo geométrico en una cueva. La primera manifestación rupestre que quedaría para la posteridad.

La búsqueda y recogida de estos signos repetidos ha llevado a una primera catalogación. Su estudio arroja luz sobre la posibilidad de comunicación en plena Edad de Hielo.

Aunque la investigadora deja claro que no cree que estemos ante un primer alfabeto. Mejor dicho, estaríamos ante signos de conteo y representaciones estilizadas del mundo cotidiano prehistórico.

¿Qué significan esos signos rupestres?

La investigación de los signos ocupa un arco de tiempo de unos 30 000 años, llegando a la época de hace 40 000 años.

Especial importancia tendría el rango entre los 30 000 y los 40 000 años porque los signos adquieren una especial universalidad, llegando a encontrarse en lugares separados por miles de kilómetros. ¿Hipótesis? Que el germen de los mismos se haya en África, anteriormente a las sucesivas migraciones de humanos cara diferentes territorios, incluso llegando a Australia.

Efectivamente, hay diferencias de estilos, hay signos que aparecen en unos sitios y en otros no. Incluso, restringiéndonos a los 32 signos, algunos aparecieron antes que otros, unos pocos fueron abandonados y otros conocieron una importante profusión y generalidad.

La autora no se atreve a hablar de escritura, pero sí de comunicación intencional.

Las posibles interpretaciones no son más que hipótesis de trabajo, debido a que el significado original se ha perdido en la noche de los tiempos y la oscuridad de las cuevas.

Signos que hablarían de la vida cotidiana

Las preguntas se suceden: ¿serán conteos de víveres, de armas, marcas de clan y propiedad? Podrían referirse a los accidentes geográficos de los alrededores o indicativos geográficos. Y no se desecha la posibilidad de que podamos tener ante nosotros representaciones celestiales, reflejo del cielo que veían nuestros antepasados.

Todo esto es fruto de un trabajo de campo entre 2007 y 2009. ¿Qué nos deparará el estudio y las nuevas investigaciones arqueológicas?