Caminar por las mañanas tiene un valor añadido que implica cargar baterías a primera hora del día. Es un aliciente indispensable que, además, está acompañado de una carga inusual de buen humor. Al generar endorfinas en el trayecto cuando una llega al trabajo la vitalidad, la energía y las ideas positivas inundan el escritorio y contagian a todas las personas que están alrededor. Sin embargo, la mañana aporta unas rutinas diferentes a las de la noche que se concretan en el despertar de la ciudad, del campo o del entorno por el que se camine. Es inevitable la sensación de estrenar el camino que aunque es el mismo se convierte en un camino renovado cada día.

Hoy salgo a las siete de la mañana mientras dejo atrás una apacible noche que me ha permitido descansar. Pasear sin tener necesidad de mirar el reloj es un gran atractivo que hace de la caminata un pequeño placer que merece la pena disfrutar al máximo. Esta caminata está acompañada de las noticias de la jornada durante los primeros minutos para acabar con una selección de música aleatoria que una aplicación del móvil ofrece. La música es siempre un gran aliado en el camino.

La caminata de hoy es muy especial porque, por fin, después del mal tiempo y la lluvia recupero la rutina de caminar una hora por la mañana y una hora por la tarde. Decido no seguir un rumbo sino dejarme llevar por las calles de la ciudad hasta donde el destino me lleve.

Me fijo, especialmente, en las verdulerías que regalan al espectador una estética muy particular por la variedad y la gama cromática de las verduras y las frutas.

Entro en uno de los mercados más destacados de Madrid. Es el Mercado de las Maravillas que hace honor a su nombre porque la exquisita y cuidada calidad de sus productos sin perder ese ambiente tan particular que tienen los mercados.

Recorro cada uno de sus pasillos, me paro pocos segundos en algunas tiendas que captan irremediablemente mi atención, observo los productos, los clientes, los tenderos, respiro los olores, reconozco aromas del pasado y descubro otros aromas desconocido.

Salgo del mercado por uno de los accesos laterales donde encuentro una zapatería de las clásicas donde parece que el tiempo no ha pasado.

Es increíble en pleno siglo XXI observar las clásicas zapatillas de estar por casa o las sandalias que eran moda en los años setenta. Una tiene la impresión de hacer un viaje en el tiempo; sin embargo, esa moda pervive en este siglo que acaba de nacer.