El cerebro es un dispositivo electromagnético: las neuronas generan ondas de diferentes frecuencias como resultado de su actividad, que se basa en la transmisión y recepción de electrones. Ahora, se ha descubierto que son estas ondas las que permiten que diferentes zonas del cerebro se comuniquen entre sí, según ha concluido un reciente estudio del MIT (Massachusetts Institute of Technology).

El cerebro tiene dos tipos de memoria: una explícita y otra implícita. La primera sirve para relacionar diferentes elementos sin conexión natural entre sí; por ejemplo, una cara y un nombre, un lugar y un suceso relevante, etc.

Los neurocientíficos han descubierto que el hipocampo, encargado de la memoria, y la corteza prefrontal, relacionada con procesos complejos como las relaciones sociales, los juicios y las predicciones, emplean dos frecuencias distintas que les permiten establecer contacto entre ellos: cuando hay una asociación entre dos elementos que finalmente se comprueba que es correcta, las ondas ascienden a la frecuencia beta, entre los 9 y los 16 hercios; cuando se descubre que se trata de un error, como haberse equivocado de nombre al llamar a una persona, la oscilación se produce en la frecuencia theta, que abarca el rango de los 2 a los 6 hercios.

Este proceso neuronal permite reforzar las conjeturas correctas y reprimir las incorrectas, de manera que el cerebro aprende a mejorar su procesamiento de la información gracias a la mayor energía de las frecuencias altas, que refuerza las conexiones neuronales exitosas, frente a la debilidad de las bajas, que las deshace.

Este descubrimiento permitirá comprender mucho mejor cómo se forma la memoria, pues hasta ahora se creía que las ondas cerebrales eran el efecto y no la causa. Los investigadores del MIT, además, se proponen desarrollar aplicaciones para la mejora del aprendizaje, mediante métodos de estimulación eléctrica que propaguen ondas beta mientras se responden preguntas correctas, y ondas theta cuando se ofrecen respuestas incorrectas.

La técnica ya se está probando en seres humanos, y augura un mejor futuro para aquellas personas con diferentes tipos de trastornos neurológicos.

El estudio ha sido publicado el 23 de febrero de 2015 en la revista Nature Science y lleva por título "Frecuency-specific hippocampal-prefrontal interactions during associative learning".