Junto a las creencias religiosas, el color de la piel ha sido, sin duda, la característica que más ha marcado la discriminación y la desigualdad entre los miembros de la especie humana a lo largo de su existencia. Lamentablemente, asociadas a este rasgo físico vienen a la mente palabras tan terribles como racismo, xenofobia, discriminación, desigualdad, prepotencia, exterminio, guerra, muerte, y un largo etcétera que recuerdan las etapas más oscuras de nuestra historia. No estaría mal que de una vez por todas, todos comprendiéramos que el color de la piel es solamente una cuestión de química.
A finales del siglo XX, la Doctora Nina J. Jablonski postulaba una hipótesis según la cual la evolución de la piel humana surge para mantener un balance entre dos vitaminas, el ácido fólico y la vitamina D. El ácido fólico, esencial para la síntesis del ADN, participa en el proceso de producción de los espermatozoides en el hombre y en el desarrollo del feto durante el embarazo de la mujer. Mientras que la vitamina D es necesaria para el desarrollo de los huesos y la síntesis de hormonas. Por lo tanto, si bien ambas vitaminas son fundamentales para la reproducción humana, su actividad está marcada diferencialmente por los rayos ultravioletas del sol; así, mientras estos rayos solares destruyen las reservas corporales del ácido fólico, a su vez, necesitamos del sol para producir la activación de la vitamina D.
La piel posee un pigmento, la melanina, que actúa como un filtro frente a los rayos ultravioletas del sol. Por lo tanto, una piel oscura, rica en melanina, evita la degradación solar del ácido fólico pero dificulta la activación de la vitamina D; por el contrario, una piel clara permite activar a la vitamina D pero resulta en una pérdida del ácido fólico.
La hipótesis de la Dra. Jablonski sugiere que el sol (sus radiaciones) ejerció una presión evolutiva sobre el color de la piel, así, aquellos individuos con piel más oscura que vivían cerca del ecuador, con una fuerte exposición a la radiación solar, tuvieron una ventaja evolutiva frente a los individuos con piel más clara, ya que estaban más adaptados a la reproducción en estas condiciones ambientales.
Por el contrario, las poblaciones que vivían cerca de los polos, con mucha menor exposición al sol, tuvieron que adaptarse para poder activar su vitamina D y aquellos individuos con piel clara estaban más favorecidos para la supervivencia de la especie.
Esta atractiva hipótesis, que parece desbancar a una teoría anterior que sugería que la evolución de la piel estaba guiada por la capacidad del color de la piel de proteger a los individuos frente al melanoma o cáncer de piel, está por demostrar, aunque algunos indicios iniciales, relativos a la estabilidad química de las vitaminas mencionadas frente a la radiación solar, parecen estar a su favor.