Hasta finales de Mayo se podrá disfrutar de este pequeño regalo que el Museo Thyssen Bornemisza nos ha ofrece. Obras maestras de Budapest es una exposición completa de un amplio espectro y evolución de la pintura que va desde el Renacimiento (Holandés, alemán, italiano) hasta las vanguardias del siglo XX. Durero, Leonardo da Vinci, Rubens, Velázquez, Tiépolo... de allí a Manet, Cézanne... Fenyes, Orban, Ziffer, Bortnyik, Czigány...

Comisariada por Guillermo Solana y Mar Borobia, Del Renacimiento a las Vanguardia, reúne por primera vez pinturas, esculturas y dibujos de las colecciones de Bellas Artes de Budapest y de la Galería Nacional de Hungría.

Son un amplio abanico de pinturas procedente de las escuelas alemanas, italiana, española, o flamenca. El paseo por las salas del Thyssen –muchas veces hay una sensación de poco espacio- genera un encuentro con cada uno de los cuadros, en muchas ocasiones acumulativo, demasiada información expuesta una al lado de la otra.

La exposición da para detenerse en cada una de las obras, excepcionales, durante horas. Volviendo de nuevo, una y otra vez sobre los detalles de tan excepcionales lienzos. La colección, que dibuja un itinerario dividido en varios periodos o espacios: Renacimiento del Norte, con la presencia de los pintores Alberto Durero, Lucas Cranach el Viejo y Hans Baldung Grien..., las importantes firmas de la pinturas del renacimiento alemán y flamenco del siglo XVI.

El renacimiento del sur; El Barroco en Flandes y Holanda, con las obras de Peter Paul Rubens y Anton van Dyck...; el Barroco en Italia y España, con los pintores Annibale Carracci, Alonso Cano o Velázquez. Otro de los espacios está dirigido a la pintura del siglo XVIII, donde destaca Tiépolo y Canaletto, este último con estampas cotidianas y paisajes de Venecia que atisban un estilo realista.

El género de la veduta, o los paisajes sobre Venecia que tanto destacaron en la obra de Canaletto, hoy siguen siendo panorámicas reconocibles. Impresionante contemplar cada detalle de estas pinturas venecianas, conclave, que ha cambiado poco de aquellos años del dieciocho. Un milagro, como atestigua la ciudad de los canales mantener ese memoria de Europa en pié.

Los cuadros que podemos contemplar sobre paisaje en la colección son de una linealidad temporal que denotan la evolución no solo del estilo, también de la influencia de las ciudades y por tanto de la evolución del Arte. El caso de los cuadros de Manet, siempre cercano al nuevo rostro de la mujer, y de Monet y Pisarro, que también abordan la pintura de la ciudad. Lo figurativo va dejando paso a el impresionismo, el desdibujo de la línea por el trazo roto y libre. La nueva imagen de la Mujer, abre un nuevo espacio en la exposición con la figura femenina, cada vez más libre de ataduras y con nuevas líneas. Un estilo, el naturista de Gauguin sobresale: Los cerdos negros (1891). Finalmente Del Impresionismo a las vanguardias con obras de Adolf Fényes, Vilmos Perlrott-Csaba, Sándor Ziffer y Sándor Bortnyik: El nuevo Adán, 1924.

El periodo de entreguerras, con el constructivismo, el surrealismo y el dadaísmo contribuye a la ruptura del arte como referente de la realidad para sobrepasarla y abstraerla. El nuevo Adán reconstruye la figura humana y el espacio cotidiano, es un nuevo concepto basado en el diseño y el cartel. Es esta época, la de entreguerras, donde las apuestas gráficas se han abierto desde el cartel propagandístico, las líneas del diseño interior y los nuevos conceptos de la Bahaus, el cuadro se convierte en experimentación, al igual que el papel y cualquier tipo de superficie.