El oricalco u orichalcum, como se le denomina en la Antigüedad, es un metal legendario que aparece mencionado en los muchos escritos antiguos. El término, en sí, deriva del griego y significa "cobre de montaña". Su leyenda se magnifica porque el filósofo griego Platón, que vivió entre los años 427 y 347 a. C. aproximadamente, lo menciona en sus escritos sobre la Atlántida. Según se extrae de estos longevos textos, el oricalco es el segundo metal más valioso de la época y predomina en muchas partes de la Atlántida.
El portal Ansa de Sicilia, recientemente, nos sorprende con la noticia de que han aparecido treinta y nueve lingotes relucientes de oricalco en el mar de Gela, situado en la costa meridional de la isla italiana de Sicilia, en una zona perteneciente a la provincia de Caltanissetta.
El hallazgo lo ha hecho un grupo de buzos, pertenecientes a la asociación cultural Mare Nostrum, en las cercanías de un pecio arcaico descubierto hace ya algún tiempo en la zona. La recuperación de este peculiar tesoro la ha llevado a cabo un equipo de buzos de la Guardia Costera, la Guardia di Finanza y la Superintendencia del Mar.
Según los estudios realizados por muchos especialistas en metales e historiadores de la minería, que ahora se pueden completar con el análisis de este hallazgo, el oricalco es una aleación de cobre, zinc y plomo. Seguramente, debe de ser algo similar al conocido como latón dorado. Esta aleación de tres metales se utilizaba en la Antigüedad para la elaboración de objetos de valor y para la acuñación de monedas que, en muchos casos, datan del siglo VI a.
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Ciertamente, aunque es una aleación que actualmente no tiene un gran valor crematístico, por aquel entonces era un metal muy apreciado, sobre todo en el ámbito religioso. El oricalco es el metal que se usaba por aquel entonces para rendir culto a Poseidón, el dios de los mares y de las tormentas, y otras deidades de la antigua Grecia.
No obstante, si tomamos como referencia la descripción que Platón hace del oricalco en el diálogo de Critias o La Atlántida, se puede excluir la probabilidad de que se trate de una aleación de metales, ya que "se le extraía de la tierra en muchos lugares de la isla" (Critias, 114). Algunos arqueólogos, teniendo en cuenta esta definición, piensan que cuando los antiguos hablan del oricalco se refieren al ámbar.
De hecho, durante la Edad del Bronce final, entre los siglos XII y X a. C., esta amarillenta resina fósil es uno de los principales productos que se comercia por el Mediterráneo. Los navíos de Tartessos lo traían desde la península de Jutlandia junto con otros materiales como la plata, el bronce o el estaño.
En conclusión, el nuevo hallazgo de los treinta y nueve relucientes lingotes de oricalco en el mar de Gela arrojará más información a este interesante debate.