El desierto del Sahara y la selva del Amazonas están conectados por una corriente que transporta arena del desierto y restos de maleza a través del Atlántico. El conjunto aporta millones de toneladas de nutrientes a la selva tropical, como el fósforo, un mineral imprescindible para su desarrollo.

Según una investigación realizada por científicos de la Universidad de Maryland con el apoyo de la NASA, la cantidad de fósforo aportado por el Sáhara asciende a 22.000 toneladas por año, que viene a ser la cantidad que el Amazonas pierde en ese mismo periodo a causa de la erosión que provoca la lluvia.

Pero el fósforo sólo es el 0,08% del total de la corriente trasatlántica: 27,7 millones de toneladas de polvo se asienta en la selva cada año. Este tipo de corrientes es un proceso fundamental en el equilibrio de los ecosistemas en todo el planeta, por lo que su estudio es fundamental para comprender la complejidad de la biosfera y su evolución en el futuro.

Según el director de la investigación, Hongbin Yu, de la Universidad de Maryland y miembro del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, los científicos están especialmente interesados en las corrientes que nacen en la Depresión de Bodele, en Chad, un lecho de antiguos lagos en que se amontona una gran cantidad de restos de microorganismos, los cuales son muy ricos en fósforo.

La corriente de polvo del Sahara es la más larga del planeta: cruza el océano Atlántico, rellena la Amazonia y sigue su camino hasta el Caribe. Su estudio ha sido posible gracias a los datos recogidos entre 2007 y 2013 por el satélite CALIPSO de la NASA, lanzado en 2006 con el propósito de tomar imágenes por infrarrojo y Lidar de los aerosoles concentrados en la parte superior de la atmósfera.

La estimación de las cantidades de fósforo que transporta la corriente y su reparto se realizaron a partir de muestras recogidas en su origen, el Bodele, y en su destino final, Barbados y Miami.

Según explica Yu en el comunicado de prensa emitido por la Universidad de Maryland, el periodo de registro es demasiado corto para confirmar un patrón de comportamiento y sacar conclusiones firmes sobre la evolución de la corriente a largo plazo, pero es sin duda un paso muy importante para la ciencia actual.

Así, se ha detectado una variación en la cantidad de material transportado del 86% entre el periodo de mayor abundancia, en 2007, y el de menor, en 2011.

Aunque el mecanismo preciso de las relaciones entre ecosistemas tan dispares de diferentes continentes permanece de momento velado, el equipo de Yu se atreve a aventurar alguna hipótesis para explicar semejantes variaciones: por una parte, un aumento de lluvias en el Sahel, al favorecer la vegetación y afirmar el suelo, habría podido disminuir la cantidad de aerosoles desprendidos a los vientos que cruzan el océano; por otra parte, y más probable según los investigadores, la intensidad de las lluvias podría depender directamente de variaciones en la circulación del aire.

En cualquier caso, lo que se puede afirmar hasta ahora sin duda alguna es que, sorprendentemente para los profanos en la materia, la Amazonia depende del Sahara, sin cuyo aporte no se renovarían los nutrientes perdidos tras las lluvias torrenciales y las corrientes que inundan la selva.

Como dice Yu, reflexión inevitable y tópica en estos casos, pero siempre necesaria de ser recordada, "este es un mundo pequeño y todo está conectado". El estudio ha sido publicado en el Geophysical Research Letters con fecha de 24 de febrero de 2015, bajo el título "The Fertilizing Role of African Dust in the Amazon Rainforest: A first Multiyear Assessment Base don CALIPSO Lidar Observations".