Le puede resultar presuntuoso el título, o incluso provocativo. Le reto no obstante, estimado lector, a que me lea en estas líneas que escribo por y para usted, con el deseo de alimentar su curiosidad, que busque en Google imágenes acerca de la información que aquí se hará referencia. Quiero que al terminar el artículo, usted se plantee seriamente visitar Turín en los próximos meses.

Turín que, seguramente, hasta ahora desconoce, es un FIAT 500 rojo por una avenida imperial empedrada, aporticada, repleta de negocios tradicionales. Zapaterías, librerías antiguas y baratas, cafés de otra época, alguna sastrería; piense esto, y todo lo que le voy a contar, en blanco y negro.

Piense que Turín es conocida como una Viena en pequeño; es un resumen de un París venido a menos.

La ciudad de Turín es una cuadrícula perfecta, de kilómetros, de edificios burgueses, de palacetes, coronado por los barrios obreros a norte y sur. Es evidente que Turín tiene - aunque tuvo en su día más - bastante pasta: la cocinan muy bien, ciertamente, pero la gastan - y la gastaron - aún mejor. Turín es el escenario en el que nunca se llegó a basar una obra como Jack el Destripador, Sherlock Holmes, o unas leyendas de Bécquer.

Turín es un monumento al (y del) siglo XIX; tan elegante que viste de frac y sombrero de copa; es liberal y también marxista; es ciudad Romántica (que no romántica, aunque puede serlo).

Es cultura, mucha y muy buena. Son los señores Gramsci, Primo Levi, Eco; la Nobel Rita Levi. Es, también, su Museo Egipcio, y del Cine, y del Automóvil. Y un festival de jazz, y de ópera, y de electrónica; y de arte contemporáneo. Y es también sede de un tipo de arte contemporáneo: el fútbol, que es seguido cada domingo en las dos parroquias más señaladas de la ciudad: el Juventus Stadium, y el Stadio Olimpico.

Es ciudad de misterio Turín. Ciudad del demonio, y de la Sábana Santa. Turín es lugar esotérico, de magia negra; pero también lo es de santos. Turín es ciudad de niebla, de parques victorianos, de un río y medio con unas orillas que Kafka hubiese envidiado para ambientar sus cartas.

Turín es, también, un caffè espresso, con Gianduiotto, o una tostada con Nutella en una pastelería con aires de joyería.

Es, también, una piadina, una polenta, mascarpone. Es una capital del Aperitivo. Turín será también, si es usted un estudiante como quien le escribe, un maravilloso kebab que por 3.50 se sirven en la ciudad.

Pero le voy a contar las dos atracciones más fascinantes de Turín, lector. Por ser usted. Una, es la cúpula negra con un gran pico y que la bautizaron como la Mole Antonelliana. La otra, que se sitúa mucho más por encima - y mire que la Mole es alta -, i torinesi.

Como ve, no he comparado Turín con ninguna otra ciudad, por lo que le resultará difícil aceptar la afirmación del título. Pero, ¿sabe? Cuando usted visite Torino, verá que no es necesario realizar símiles. Un paseo, y le bastará para saber que se encuentra en la ciudad más bella de Italia.

Disfrute de su viaje.