El 17 de Agosto de 2017 nunca se borrará de la memoria de la gente, pues a las 17:00 de ese día una de las calles más transitadas de la ciudad condal. El segundo atentado terrorista más grave de las dos última décadas en nuestro país azotaba las tranquilas vidas de una sociedad que disfrutaba de sus últimos días de vacaciones.

No eran sólo españoles los que se encontraban en el lugar menos adecuado en ese momento, miles de turistas disfrutaban del sol de Barcelona, de sus calles, de su arte y de su cultura, porque si por algo se destaca la capital catalana es por su encanto particular que atrae a millones de extranjeros cada año.

Todo parecía acontecer una tarde sin mayores novedades cuando una furgoneta blanca arrampló por La Rambla llevándose por delante mucho más que puestos de flores y quioscos de helados: 14 muertos y casi un centenar de heridos es el resultado que deja tras de sí un Atentado que hizo enmudecer de nuevo al mundo entero. El Estado Islámico se adjudicó la autoría de lo que viene siendo otro intento más de propagar el miedo y, no vamos a negarlo, la xenofobia entre los occidentales.

Pero si hay algo que duele más que saber que hay víctimas mortales inocentes entre los fallecidos, es saber que uno de esos nombres que no paramos de escuchar pertenece a un niño pequeño. Desde el mismo jueves se alertó por redes sociales la desaparición de un pequeño australiano de 7 años que se había alejado de su familia con el caos producido por el vehículo de la muerte.

Su fotografía se esparció por internet como la pólvora en un grito de auxilio de sus familiares por intentar localizarle.

Ayer mismo saltaba la noticia de su situación en un hospital de la ciudad de Barcelona, tranquilizando por unos minutos a la gente que ya daba por perdida su vida, sin embargo hoy la tragedia ha llegado de nuevo cuando se ha confirmado su muerte como la número 14 causada por el atentado.

Este hecho es para reflexionar sobre todo lo que está ocurriendo. Una guerra es un ejercicio de poder de los que están por encima y los peones somos los ciudadanos, víctimas inocentes de un bombardeo que tiene objetivos que nosotros mismos no podemos imaginar. Pero los adultos somos responsables de nuestros gobiernos, bien votándoles, bien apoyándoles o bien justificando sus políticas estamos participando de forma indirecta en las guerras que ellos provocan, pero un niño de 7 años es la víctima más inocente que se puede llevar por delante una guerra.

Y en ese grupo de niños incluyo a los occidentales y a los orientales, a aquellos que han nacido en guerra y la guerra es lo único que conocen hoy por hoy.

Somos responsables de nuestro odio, de nuestros pensamientos y de nuestras decisiones, no dejemos que paguen otros por lo que nosotros mismos provocamos, no dejemos que la política del miedo cale en la sociedad para seguir fomentando el odio, no dejemos que venzan los de arriba, ayudémonos entre los de abajo.